El régimen sirio de Bachar al Asad volvió a descargar hoy su fuerza contra los opositores que se manifestaron en diversas ciudades del país, donde se registraron al menos 23 muertes, según denunciaron grupos opositores.

La sangrienta jornada se notó especialmente en la provincia meridional de Deraa, donde al menos quince personas perdieron la vida en choques entre grupos de manifestantes y miembros de seguridad.

En esa zona, el Observatorio sirio de Derechos Humanos informó del fallecimiento de ocho personas en la localidad de Gabagueb, cinco en Elheraq, una en Enjel y otra en Nawa.

Además, cuatro personas murieron en varios barrios de la ciudad de Homs (centro) y otras dos en la provincia de Rif Damasco (sur), unas zonas en las que ya de madrugada los ataques de las fuerzas de seguridad dejaron dos fallecidos.

Se estima que la cifra total de muertos podría aumentar en las próximas horas debido al estado grave de los heridos, muchos de los cuales salieron a las calles como cada viernes después de la oración del mediodía para pedir la dimisión -y hasta la ejecución- del presidente sirio.

Las principales marchas tuvieron lugar en las ciudades de Homs, Deraa, Latakia (en la costa norte) y Deir al Zur (este), que lograron reunir a decenas de miles de personas pese al fuerte despliegue de las fuerzas de seguridad, indicó a Efe Hozam Ibrahim, activista de los opositores Comités de Coordinación Local.

Ibrahim apuntó que el Ejército sirio volvió a intervenir en Deraa y, aunque se había retirado de las afueras de Deir al Zur, también actuó en las ciudades de Latakia, Idleb (norte) y Hama (centro).

Durante este "viernes de las buenas noticias de la victoria", denominado así por las redes opositoras, las fuerzas de seguridad también practicaron numerosas detenciones y trataron de impedir la salida de los fieles de las mezquitas dispersándolos con disparos y gases lacrimógenos.

Esas versiones de la oposición contrastan una vez más con la de Al Asad, que el pasado miércoles por la noche llamó al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, para asegurarle que había detenido las operaciones de sus fuerzas de seguridad contra civiles.

El régimen sirio sigue reprimiendo con extrema violencia las protestas que se iniciaron el pasado marzo, a pesar de los múltiples llamamientos de la comunidad internacional para que cese lo que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU calificó como posibles crímenes de lesa humanidad.

Estados Unidos y la Unión Europea han anunciado fuertes sanciones contra Siria e incluso han pedido la salida del presidente por haber hecho caso omiso a sus advertencias, pero esas presiones no parecen suficientes para un régimen que insiste en perseguir a los opositores -a quienes define como "grupos armados terroristas"- y que promete una serie de reformas democráticas.

Aunque el estricto bloqueo informativo en el país impide verificar los datos facilitados por los grupos de derechos humanos, se estima que al menos 1.859 civiles y 422 miembros de seguridad han fallecido desde el inicio de la revuelta popular.