Más de 13 años después del inicio del conflicto que asola Darfur, zona del suroeste de Sudán, celebra desde este lunes y hasta este miércoles un referéndum para decidir su futuro político. Esta consulta está encaminada a determinar si la región mantiene sus cinco estados o se convierte en una sola entidad semiautónoma, algo que ha despertado numerosas críticas, sobre todo, por su falta credibilidad ante el gran número de desplazados internos.

Según la Comisión Electoral, la primera jornada del referéndum se desarrolló "con fluidez y sin obstáculos" a pesar del carácter conflictivo de la zona. Según el presidente de la Comisión Electoral, Omar Yamaa, la primera jornada del plebiscito contó con la supervisión de los observadores internacionales y de la prensa, y se desarrolló "sin ningún tipo de quejas por abusos de los servicios de seguridad o irregularidades".

3,3 MILLONES DE VOTANTES

A pesar de las declaraciones por parte de la administración, la alarma sigue puesta en la disparidad de la participación y la poca representatividad del censo. Según varios testigos, la participación ha sido amplia en las grandes ciudades como Fasher, la capital, pero casi inexistente en campos de refugiados como el deAbu Shuk. Tan sólo 3,3 millones de personas, de un total de 4,5 millones que tienen derecho a voto, se registraron en febrero para participar en la votación según datos de la ONU. Esta falta de representatividad, junto con la gran cantidad de desplazados del territorio a otras regiones de Sudán, pone en guardia a la comunidad internacional para no considerar el plebiscito del todo válido.

El Partido del Congreso Nacional, liderado por el presidenteOmar Hasan al Bashir defiende que el sistema administrativo actual es más adecuado para gestionar Darfur, un territorio con una superficie igual a la de Francia. Las fuerzas prorrégimen han presionado a los votantes a respaldar la postura del Gobierno, pero la oposición, tanto la armada como la política, han manifestado su rechazo al plebiscito porque consideran que no se dan las condiciones adecuadas para que sea considerado válido.

DISCREPANCIAS INTERNACIONALES

La respuesta internacional no se ha hecho esperar. Estados Unidos se posicionó el pasado sábado en contra del referéndum, y es que según Washington las condiciones actuales hacen que el plebiscito "no pueda considerarse una expresión creíble de la voluntad de la población". En la misma línea, el ejecutivo estadounidense incidió en el reciente anuncio del Comisionado para el Referendo en Darfur y aseguró que "las normas electorales privan de sus derechos a millones de personas", pues establecen que no pueden votar en el referéndum los originarios de la región que no residen actualmente dentro de sus límites, algo que consideran que "dañará" al proceso de paz en curso.

El viceministro sudanés de Exteriores, Abdelgani al Naim,ha respondido este martes a la crítica postura de Washington y ha asegurado que "hubiera sido mejor que EEUU participara en la observación del referendo antes de emitir evaluaciones anticipadas”.

El Gobierno de Sudán convocó el referendo como parte de la aplicación del Acuerdo de Doha para la Paz en esa región sudanesa firmado en la capital catarí en julio de 2012 por elGobierno de Jartum y el Movimiento rebelde de Liberación y Justicia, pero la consulta fue aplazada hasta este año. Según el acuerdo de Doha, el plebiscito debería haberse celebrado en los 12 meses siguientes, cosa que complica todavía más su aceptación internacional. El acuerdo pide también que se mantengan las especificidades culturales e históricas de Darfur, sean cuales sean los resultados de la votación.

LA GUERRA INTERMINABLE

La de Darfur nunca ha sido una historia de paz. El conflicto que asola el territorio sudanés desde el 2003 se hizo visible entonces, pero ha sido el resultado de más de tres siglos de tensiones y crisis políticas y de violaciones de las normas de convivencia en el territorio. Tras la independencia en 1956 de Inglaterra y Egipto, Sudán quedó sumido en la crisis y el vacío de poder hasta que en 1989 llegó al poder Omar Hasan al-Bashir, que ha seguido gobernando hasta día de hoy en el país.

El dictador suspendió la Constitución, disolvió el Parlamento, prohibió partidos políticos y sindicatos, censuró los medios de comunicación y rechazó el acuerdo de paz con Sudán del Sur creando las condiciones idóneas para que tras un agravamiento de la situación, la guerra estallara de manera formal en 2003, cuando dos movimientos rebeldes se alzaron en armas en protesta por la pobreza y la marginación impuesta por el Gobierno sudanés a la zona. El conflicto, considerado por los medios de comunicación como el primer gran holocausto del siglo XXI por sus orígenes de carácter étnico, ha causado más de 300.000 muertos y ha obligado a 2.700.000 personas a abandonar sus comunidades de origen, según datos de la ONU.