Tras la violenta confrontación de la víspera, saldada con la muerte de cuatro libaneses y un israelí, las aguas vuelven a su cauce en la frontera entre Israel y el Líbano. Representantes de los Ejércitos de ambos países se reunieron ayer con el mando de la Fuerza de Interposición de Naciones Unidas en el Líbano (FINUL) para aclarar lo sucedido. "Esta tarde se reunirán para cerrar el incidente y arrojar las bases de un mecanismo de cooperación", anunció horas antes de la reunión el ministro de Información libanés, Tarek Mitri.

Respecto a la refriega del martes, la FINUL dio ayer la razón al Estado judío. Según declaró su asesor político, Milos Strugar, el Ejército israelí contactó con los cascos azules de la ONU para informarles de que iba a podar unos árboles en la frontera que obstruían su visión y no llegaron a rebasar la frontera.

Ninguno de los dos países parece interesado en una escalada militar. Israel acumula demasiadas fricciones diplomáticas con sus aliados y no quiere poner en peligro la temporada turística. El Líbano también tiene suficientes problemas, como la posible imputación de varios miembros de Hizbulá a cargo del tribunal internacional que investiga el asesinato del exprimer ministro Rafik Hariri. Su Ejército no tiene ninguna entidad para plantar cara a Israel y sus dirigentes no quieren despertar otra vez con medio país arrasado, como ya ocurrió en el 2006.