"Me atormenta la agonía mental, la maldad del malo y la indiferencia del bueno". Estremecedoras reflexiones y vivencias, como la del coronel Luis Mendieta, están manuscritas por rehenes de las FARC en varias cartas que han recibido sus familiares de la mano de las dos últimas liberadas, Clara Rojas y Consuelo González. Mendieta cumplirá este año una década secuestrado.

La carta del coronel equivale a seis misivas. Está suscrita por otros cinco secuestrados: el excongresista Orlando Beltrán, el exgobernador Alan Jara, el capitán Enrique Murillo, el teniente William Donato y el sargento Arbey Delgado. "No es el dolor físico lo que nos hiere, no son las cadenas del cuello lo que nos atormenta, no son las permanentes enfermedades las que nos afligen", insiste Mendieta, que pone por delante el desgaste emocional, al sentirse víctima olvidada, a los serios problemas físicos. Sin embargo, la extensa carta pone de manifiesto que la salud de los cautivos es precaria. El propio Mendieta relata cómo, con las piernas paralizadas, fue trasladado en hamaca a través de la selva, momento en el que coincidió con Ingrid Betancourt, secuestrada en el 2002. El coronel relata que, debido a su precario estado de salud y a la imposibilidad de avanzar por su propio pie, ella también era llevada en hamaca: "A medida que pasaban los días y el viaje era inclemente a pie, fuimos enfermando, así ocurrió con Ingrid".

La carta del excongresista Luis Eduardo Gechem desprende especial urgencia. Da la sensación de que el hombre casi ha agotado su resistencia, acuciado por las enfermedades. Hasta el punto de que plantea la posibilidad de "solicitar a Fidel Castro que intervenga ante el presidente Uribe y ante el secretario de las FARC para ver si es posible mi traslado a un hospital en Cuba". "Si me recupero" --añade-- "pasaría a una cárcel en La Habana, en calidad de rehén político a la espera de un acuerdo". "Quiero seguir viviendo, pero me siento cansado", dice Gechem, que lleva seis años cautivo.