Entró dos veces en el Congreso. En la primera ocasión se llamaba Analía. Fue a finales del 2001, cuando participó en una protesta que llegó hasta el interior del Parlamento. Volvió a cruzar sus puertas en diciembre del 2007 como Victoria Donda, e iba a jurar como diputada.

Había recuperado su identidad el 24 de marzo del 2004, el día que, desde entonces, celebra su cumpleaños. "La fecha de mi renacimiento", dice. Ella es la hija de desaparecidos número 78 recuperada por las Abuelas de Plaza de Mayo.

Sus padres, José María Donda y María Hilda Pérez, miembros de la guerrilla urbana Montoneros, fueron secuestrados en 1977, en el peor momento de la dictadura. A su madre, que estaba embarazada, la llevaron a la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), el campo de concentración en el que murieron miles de personas. Y allí fue donde Victoria vio por primera vez la luz. Después la entregaron a una familia de militares.

Fotos en la pared

Son las 11 de la mañana y la diputada Donda, de 31 años, de la agrupación de izquierdas Libres del Sur, acaba de llegar a su despacho. En las paredes de la oficina cuelgan fotos de dos desaparecidos. "Los padres de unos compañeros", explica. En la mesa hay un sobre con fotos de sus propios padres. Le acaban de llegar. "Tengo que enmarcarlas", se dice. Le cuesta hacerlo.

"Durante un año, me bastaba con saber que mis padres eran dos compañeros de lucha, no quería saber más, no quería ni una foto. Me parecía que, si los conocía, los iba a echar mucho en falta, y no tenía ganas de sufrir más", explica.

Hoy siente que no todo es dolor: "Hasta puede ser divertido reconocerse en ellos, diferenciarse, pelearse y criticarlos. Es lo que le sucede a cada hijo con sus padres". Son, además, figuras idealizadas. Referencias. "Cuando tengo que votar en el Congreso, le pregunto a mi novio: ´Ché, ¿vos creés que mi mamá apoyaría esta ley?´".

Analía estudiaba en un colegio de monjas y se llevaba muy mal con el profesor de historia. "Era un tipo muy autoritario. Me molestaba que me diera órdenes. Solía echarme. ´Vete a confesarte´, me gritaba". Una de esas veces, el cura le dijo que no tenía sentido seguir con las confesiones: era mejor hablar de historia. "Y un día me regaló un libro del Che". La todavía Analía comenzó a realizar labores sociales. Ya en la universidad, como estudiante de Derecho, redobló su compromiso.

El apellido Donda remite a las dos caras de la tragedia argentina en los 70. Adolfo Donda, su tío, era uno de los jefes de operaciones de la Esma. Alias Jerónimo o Palito , no fue ajeno al destino de su hermano y su cuñada. "Este personaje le agrega morbosidad a mi historia. Que tu tío haya estado allí cuando torturaban a tu mamá y que era yo la que estaba en su panza... ", concluye.

Hace poco, la diputada entró en la Esma: "Me dolió tanto el estómago-". Días más tarde, durante el juicio de unos represores, el abogado de un excoronel se le acercó y le dijo: "Putita hija de guerrillera, vas a terminar igual que la puta de tu mamá". Y eso, cree, es un síntoma de lo que cuesta avanzar por el camino de la justicia.

Tiene una hermana biológica con la que ha hablado apenas dos veces. Se ha reencontrado con parte de su familia original. Y asegura: "Todavía tengo que aprender a ser hija".