La resistencia del Partido Popular Europeo (PPE)y la dura oposición de los países del grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) a la fórmula de compromiso negociada en los márgenes del G-20 de Osaka este pasado fin de semana, y que auparía al socialista holandés Frans Timmermans a la presidencia de la Comisión Europea, ponía anoche, al cierre de esta edición, cuesta arriba la posibilidad de un acuerdo sobre el reparto de los altos cargos europeos en la cumbre extraordinaria en Bruselas.

La intención del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, es que los líderes de la UE respeten el proceso de los spitzenkandidaten -los cabezas de lista propuestos por los grupos políticos- para garantizar el apoyo de la Eurocámara, aunque es consciente de que la propuesta de compromiso promovida por los líderes de España, Holanda, Francia y Alemania genera fuertes resistencias.

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, remitió una carta al presidente del PPE, Joseph Daul, en la que califica de «error muy serio e histórico» dejar vía libre a los socialistas porque sería «humillante», minaría la «autoridad y dignidad» del partido y supondría un golpe para el prestigio del PPE. «No, Frans Timmermans no es un candidato de compromiso. Divide Europa y no entiende Europa central, no entiende los países que afrontan la crisis postcomunista», arremetió también el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki.

Según la fórmula ideada en los pasillos de G-20, la presidencia de la Comisión iría para los socialistas. El conservador alemán Manfred Weber, tendría que contentarse con presidir el Parlamento Europeo, que elegirá a su nuevo presidente este miércoles. El PPE también se quedaría el alto alto representante para la política exterior de la UE, que desde su creación ha estado en manos de los socialistas, mientras que la presidencia del Consejo Europeo podría recaer en manos de un miembro de la familia liberal. La presidencia del BCE, podría ir a un francés.

Este escenario no garantizaría, en principio, la paridad de género que tanto han reivindicado líderes como Pedro Sánchez o Emmanuel Macron aunque, de llegar a buen puerto, sería una importantísima victoria para los socialistas europeos ya que desplazarían de lo más alto del Ejecutivo comunitario al Partido Popular Europeo, que ostenta el cargo desde hace 15 años.

La fórmula, sin embargo, ha hecho aguas antes de que Tusk la pusiera sobre la mesa. La cancillera alemana, Angela Merkel, fue la única dirigente conservadora en defenderla durante la cumbre previa de líderes de su partido, que dejaron claro no estár dispuestos a renunciar a la presidencia del Ejecutivo comunitario. «Desde el punto de vista del PPE, la gran mayoría de los primeros ministros no cree que debamos renunciar a la presidencia de la Comisión tan fácilmente sin pelear», resumió el primer ministro irlandés, Leo Varadkar.

Los grupos políticos de la Eurocámara siguen insistiendo en que solo aceptarán como presidente de la Comisión a uno de los spitzenkandidaten, un sistema que rechazan algunos líderes europeos, que ven en él una forma de limitar su capacidad para elegir a la persona que consideren más adecuada para el cargo. Nadie, sin embargo, quiere una nueva crisis política en la UE .

Cualquier propuesta necesita en el Consejo de una mayoría cualificada, apoyada por el 72% de los países (al menos 21) con el 65% de la población de la UE, con lo cual el envite no se presenta fácil. «No va a ser una deliberación fácil. Donald Tusk va a tener una noche difícil. Intentaremos ser constructivos pero es importante evitar», dijo Merkel

El primer intento por pactar los nombres de la nueva cúpula de altos cargos de la UE, en la cumbre del pasado 20 y 21 de junio, terminó en fracaso. Macron cantó victoria por el golpe al proceso del spitzenkandidaten, aunque 10 días después, los 28 intentan recomponer el puzzle.