Barack Obama ha pasado a engrosar esta madrugada el club del que forman parte Ford, Carter, Reagan, Bush padre o Clinton. Por primera vez desde que asumió la presidencia, se levantará este martes con una Administración pública sumida en la confusión, con oficinas administrativas y parques nacionales cerrados, agencias federales a medio gas y cientos de miles de funcionarios condenados a un martes al sol sin sueldo y sin saber cuándo podrán reincorporarse al trabajo. Será el primer cierre parcial del Gobierno federal de EEUU en 17 años. Cortesía de sus rivales republicanos.

En una nueva jornada de despropósitos, republicanos y demócratas fueron incapaces de ponerse de acuerdo para extender la financiación al Estado federal antes del arranque del nuevo año fiscal. Las dos cámaras fueron pasándose la pelota como en una partida lamentable de ping-pong. Puro teatro porque desde el principio los republicanos sabían que sus condiciones eran inaceptables para Obama y su partido. Primero quisieron que se dejara sin fondos la reforma sanitaria. Después que se retrasara un año su puesta en vigor. Y, a última hora, que se demorara la cláusula que obliga a los ciudadanos sin seguro sanitario a pagar una multa si no adquieren una póliza en los próximos seis meses.

La Casa Blanca había dicho que no negociaría, y esta vez cumplió. "No negociaremos con una pistola en la sien", dijo Harry Reid, el líder demócrata en el Senado, durante la jornada.

Situación de parálisis

Las consecuencias más inmediatas de la parálisis parcial del sector público las notarán los funcionarios, la ciudadanía y una economía que no consigue despegar. No se esperan, sin embargo, cataclismos a menos que la crisis se prolongue durante semanas. "Un cierre (del Gobierno) tendrá un verdadero e inmediato impacto en la gente corriente", dijo Obama cuando todavía quedaban unas siete horas para evitar el estropicio. "Será como arrojar una llave inglesa en los motores de nuestra economía justo cuando esos motores empezaban a ganar tracción".

Unos 800.000 empleados públicos tendrán que quedarse en casa sin sueldo. Serán los peor parados porque Obama firmó ayer una ley para seguir pagando a los militares. También seguirán fluyendo las pensiones, las ayudas públicas a la Sanidad y, por supuesto, todo lo relacionado con la seguridad. La clave para entender las consecuencias reales está en saber cuánto se tardará en llegar a un acuerdo. En las últimas tres décadas, los cierres parciales duraron entre uno y 21 días.

Siguen las negociaciones

A partir de ahora, se seguirá negociando aunque anoche la prioridad se centraba en echarle la culpa al rival, como en los mejores patios de colegio. Los republicanos acusaron a los demócratas de ser unos intransigentes por negarse a negociar sobre el que es el mayor legado de Obama, una reforma sanitaria que, por cierto, entrará hoy parcialmente en vigor por más que se haya dejado al Estado sin sus fondos discrecionales. "He hablado hoy (por ayer) con el presidente", dijo el presidente republicano de la Cámara baja, John Boehner. Y resumió así lo que le dijo Obama: "No voy a negociar, no voy a negociar".

Los demócratas dirigieron sus críticas Boehner por acabar asumiendo los planteamientos del ala más conservadora y extremista del partido, encarnada por los rebeldes del Tea Party, a los que Harry Reid gusta llamar "anarquistas". Refiriéndose a ellos, Obama aseguró que "una facción de un partido, en una de las cámaras del Congreso" no debería cerrar todo el Gobierno "solo para volver a disputar los resultados de las elecciones". Y es que reeligiendo al presidente en noviembre, los estadounidenses dieron implícitamente su visto bueno a la reforma sanitaria o 'Obamacare', como la llaman aquí. No fueron los únicos. El Tribunal Supremo refrendó su constitucionalidad el año pasado.