La caída del Muro de Berlín simbolizó el fin de la guerra fría y la división del continente europeo. Pero el incumplimiento de las promesas occidentales al entonces líder soviético, Mijaíl Gorbachov, y las sucesivas ampliaciones de la OTAN hacia el este impidieron la creación de un sistema colectivo de seguridad que superara la división de bloques y malograron la oportunidad que ofrecían los acuerdos de desarme. La llegada de la frontera de la OTAN a poco más de 100 kilómetros de San Petersburgo y la promesa del 2008 de integrar en el futuro a Ucrania y Georgia generaron un clima de creciente desconfianza y confrontación entre Occidente y Moscú, que culminó con la anexión rusa de Crimea en el 2014 y la guerra civil de Ucrania.

La desclasificación de documentos oficiales estos últimos años confirma las promesas formuladas por EEUU, Alemania, Francia y el Reino Unido a Gorbachov de que la OTAN no se extendería más allá de Alemania para que aceptara la reunificación dentro de la Alianza Atlántica. Por ejemplo, en su reunión con Gorbachov el 9 de febrero de 1990, el entonces secretario de Estado norteamericano, James Baker, prometió que la OTAN no se expandiría «ni una pulgada al este» de Alemania.

El diplomático norteamericano George Kennan, autor de Largo Telegrama (1946) e inspirador de la Doctrina Truman de contención de la URSS (1947), advirtió en una tribuna en The New York Times en 1997 que «la expansión de la OTAN será el error más fatídico de toda la posguerra fría», porque «tendrá un efecto adverso en el desarrollo de la democracia rusa», «restaurará una atmósfera de guerra fría» y «empujará la política exterior rusa en direcciones decididamente no del agrado occidental».

En 1998, Kennan vaticinó que cuando se produjera la reacción de Moscú, se utilizaría para justificar la ampliación de la OTAN que había llevado a la crisis, argumentando que demostraba que no se podía confiar en Rusia.

Derivas autoritarias

La ampliación de la UE, menos conflictiva, ha permitido estabilizar a los países del este antes bajo la órbita soviética. Pero la integración de esos países en la UE y la OTAN no ha garantizado su consolidación democrática, como muestran las derivas autoritarias de Hungría desde el 2010 y de Polonia desde el 2015.

La mayoría de los ciudadanos de los estados del este consideran que la democracia está amenazada en sus países, revela el estudio Estados de cambio: actitudes en Europa Central y Oriental 30 años después de la caída del Muro de Berlín, elaborado por Open Society Foundations.

Además, la mayoría de búlgaros, húngaros, polacos, eslovacos y rumanos temen criticar al gobierno en público por miedo a represalias y la mayoría de búlgaros, húngaros y rumanos estiman que las elecciones no son justas ni libres en su país, detalla el informe.

La gran ampliación de la UE del 2004, en la que la Comisión Europea se mostró laxa con los candidatos, llevó a integrar a un país dividido (Chipre), a países con amplías minorías sin derechos políticos (Bálticos y Eslovenia) y a otros con graves eficiencias políticas estructurales (Malta y Eslovaquia).

Ahora, 15 años después, preocupa el problema sin resolver de las minorías rusófonas en Estonia y Letonia por el temor a que Moscú pueda instrumentalizarlas para desestabilizarlos. La misma laxitud de la Comisión volvió a repetirse en el 2007 con la integración de Bulgaria y Rumanía, que 12 años después siguen bajo tutela especial por el disfuncionamiento estatal y la corrupción generalizada.

Fractura este / oeste

La reunificación alemana destinaba al país a convertirse en la potencia hegemónica europea, una vez digiriera el coste absorber los länder orientales y funcionara a pleno rendimiento su red industrial clientelar con los países del centro y el este de la UE. Gerhard Schröder (1998-2005) fue el último canciller alemán con una visión política europea, mientras que la estrategia de Angela Merkel ha sido transformar los objetivos nacionales alemanes en políticas europeas. La fractura este/oeste, reavivada por los gobiernos euroescépticos de Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, y el lastre búlgaro y rumano han paralizado las adhesiones tras el ingreso de Croacia (2013).