Además del papa, en el Gobierno de la Iglesia católica hay unos pocos cargos elegidos por el voto de sus iguales. Por ejemplo, los presidentes de las conferencias episcopales. En los últimos años, algunas de estas elecciones se han convertido en tímidas pero sorprendentes revoluciones grises . Obispos designados casi en su totalidad por Juan Pablo II han rechazado al candidato del Vaticano en Brasil, Alemania, Chile y España.

El resultado de la asamblea del episcopado español en marzo es un ejemplo, con paralelismos con el panorama que se dibuja en el Vaticano, de cómo el intento de imponer un candidato conservador puede favorecer la elección de un candidato moderado como Ricardo Blázquez. Los antecedentes son varios. En Alemania, el cardenal Karl Lehman, que ha polemizado con el Vaticano sobre la dimisión del Papa y la atención a las mujeres que abortan, superó en 1993 y 1999 a los candidatos conservadores, como el arzobispo de Colonia, Joachim Meinser. En Chile, en el 2004, el progresista Alejandro Goic sorprendió al vencer al conservador y exvicario general castrense Gonzalo Duarte. Y en el 2003, el sector progresista recuperó el control del episcopado brasileño con el lulista Gerardo Agnelo.

El ejemplo de España

El caso español demuestra hasta qué punto la sorpresa es posible incluso en un episcopado tan wojtyliano como el colegio cardenalicio. La reelección del arzobispo de Madrid, cardenal y papable en horas bajas Antonio María Rouco Varela parecía segura el 8 de marzo, aunque requería una mayoría de dos tercios por tratarse de su tercer mandato. Pero se quedó a un voto después de que los obispos taranconianos, los vascos y la mayoría de catalanes consiguieran una minoría de bloqueo.

La respuesta del sector conservador fue un órdago: su candidato alternativo fue Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo y conocido como el pequeño Ratzinger. Sólo necesitaba la mayoría simple. Pero 14 obispos, suficientemente conservadores como para votar a Rouco, se echaron atrás ante un candidato que prometía más ortodoxia y enfrentamiento con el Gobierno. El resultado fue la elección del obispo de Bilbao.

Pero las deliberaciones del cónclave son secretas. Y quizá nunca se sepa si alguno de los sectores en que se divide el colegio cardenalicio comete el error Cañizares o aplica el método Blázquez.