Ya pasó la fiesta de la victoria. Después de una noche que, juró, será inolvidable, Dilma Rousseff, la presidenta electa de Brasil, se reunió ayer con su equipo de asesores para comenzar a definir los mecanismos de un traspaso de mando inédito y, en parte, familiar. Ganadora de las elecciones con el 56% de los votos, recibirá el 1 de enero los atributos del poder de manos de Luiz Inácio Lula da Silva, el jefe de Estado más popular de la historia de este país.

El diario O Estado publicó en su portada una gran fotografía de ella, pero con el título "Una victoria de Lula ". El nombre de la futura presidenta fue relegado a un segundo plano. La cuestión no es solo de diseño.

"VOLUNTAD DEL TUTOR" Para Dora Kramer, una de sus principales columnistas, el triunfo de Rousseff "no puede ser visto como una celebración de la participación de las mujeres en la política brasileña". En un artículo titulado El desafío de la criatura , Kramer asegura que no fue elegida "por méritos propios" sino por la "voluntad de su tutor".

La propia Rousseff adelantó ayer que va a "llamar a la puerta" del líder que le ha encomendado la "mayor responsabilidad" de su vida las veces que sea necesario. Por lo pronto, Lula ya se ha mostrado a favor de la permanencia al frente del Ministerio de Hacienda de Guido Mantega.

Roussef ganó una elección fuertemente condicionada por el tradicionalismo religioso, en sus variantes católica y evangélica pentecostal, que la obligó a asumir compromisos contra el aborto y la unión civil de personas del mismo sexo. El psicoanalista Joel Birman, profesor del Instituto de Psicología de la Universidad Federal de Río de Janeiro, considera que con Rousseff se ha afirmado la "visión patriarcal de la mujer", esa que "vive a la sombra de un hombre, en una posición jerárquicamente inferior".

Otros medios advierten que reconocer el innegable y crucial peso de Lula no debería llevar a subestimar la capacidad de gestión de Rousseff, quien cumplió un papel relevante en el segundo Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). "En nombre de la eficiencia administrativa, la presidenta electa no tiene problemas para traspasar los límites de la elegancia", la definió la revista Epoca .

ESTILO DE JEFA "Perfeccionista, exigente, obsesionada por los resultados, la exministra adoptó un estilo de jefa más próximo al de los ejecutivos del sector privado que de los burócratas del sector público", consideró el semanario Isto é .