El sueño de un Elíseo socialista ocupado por primera vez por una mujer saltó ayer por los aires. Ségolène Royal no será presidenta, pero se mantendrá al pie del cañón. Lejos de la actitud de su antecesor, Lionel Jospin, que en el 2002 lanzó la toalla la misma noche electoral tras ser derrotado en la primera vuelta por el ultraderechista Jean-Marie Le Pen, la candidata socialista dejó claro que piensa perseverar en su proyecto de abrir la izquierda hacia el centro. Por ello, llamó a guardar intacto el entusiasmo y la energía movilizada hasta ahora para profundizar en la línea de "ampliación de fronteras" cara a la "victoria futura".

Con la sonrisa forzada, intentando controlar la decepción, pero con una actitud positiva y sin asomo de victimismo, Royal salió a la palestra nada más conocerse los resultados de las primeras encuestas una vez cerrados los colegios electorales. "Yo continúo con vosotros, a vuestro lado", clamó. "Lo que hemos empezado juntos vamos a continuarlo juntos", insistió en su breve alocución a los militantes del Partido Socialista, para el que se abre una nueva etapa.

DIFICIL UNIDAD Tanto las declaraciones de Royal como las de su compañero y primer secretario del PS, François Hollande, estuvieron dirigidas a mantener prietas las filas al menos hasta las elecciones legislativas del próximo 17 de junio. Una unidad que no será fácil de mantener para un partido que ha llegado a estas presidenciales con un equilibrio precario entre las diferentes corrientes internas.

De hecho, se trata de una unidad que se aguanta con pinzas desde el congreso socialista de otoño del 2005, celebrado en Le Mans, donde Hollande fue reelegido tras lograr que se aprobara un documento de síntesis. Sin embargo, no consiguió soldar las divisiones internas entre los que apuestan por el giro a la izquierda, los ortodoxos y los que creen que el futuro está en abrirse hacia el centro.

La elección de Royal en las primarias del pasado noviembre supuso un cambio estratégico y un giro histórico hacia el centro. Sin embargo, pese a contar con el apoyo del 60% de los militantes, la candidata no consiguió acallar a los críticos.

CAMPAÑA TURBULENTA De hecho, a lo largo de la campaña, la candidata no ha dejado de verse cuestionada desde sus propias filas. Su línea de apertura hacia el centro ha sido contestada por los dirigentes del ala más izquierdista, como Henri Emmanuelli, que se ha mostrado partidario de crear un nuevo partido que aglutine a las formaciones situadas a la izquierda del PS.

Dos pesos pesados del PS, como el exprimer ministro Michel Rocard y el exministro de Sanidad Bernard Kouchner, llegaron a solicitar una alianza con el líder centrista antes de la segunda vuelta de las presidenciales. Un gesto que, lejos de ayudar a la candidata, contribuyó a alimentar su imagen de debilidad ante el partido y a presentarla como una política poco sólida.

Con las urnas aún calientes, la disyuntiva volvió a plantearse anoche. El exministro de economía Dominique Straus-Kahn, que rivalizó con Royal en las primarias, atribuyó la derrota a que "la izquierda aún no ha hecho la renovación". El exprimer ministro Laurent Fabius opinó que la izquierda no puede "renunciar a sus valores".