La guerra es destrucción, además de muerte, y ni los monumentos más preciados se libran, sobre todo cuando se utilizan como baluartes militares. Esta vez han sido los insurgentes para impedir que los soldados estadounidenses empleen el alminar de Maluiyat como bastión de vigilancia, lo que hicieron hasta hace tan solo 15 días. Pero mucho más se perdió en las ruinas de Babilonia, donde los tanques de Estados Unidos pulverizaron pavimento de 2.600 años de antigüedad y destrozaron una escultura de Nabucodonosor. El patrimonio mundial es también víctima de esta contienda insensata.

*Periodista.