El aspirante demócrata a la vicepresidencia, John Edwards, recibió ayer dos inesperados regalos republicanos que le proporcionaron más metralla para atacar a su rival, el vicepresidente Richard Cheney, en el debate cara a cara que debían mantener la pasada madrugada en Cleveland (Ohio). El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, admitió no haber visto "ninguna prueba firme" que vincule al expresidente iraquí Sadam Husein con Al Qaeda, contradiciendo así a Cheney, que sigue esgrimiendo ese supuesto vínculo para justificar la guerra. Pero además, también Paul Bremer, exadministrador de Irak, enmendó la doctrina oficial sobre la invasión de ese país, al afirmar que EEUU "nunca tuvo suficientes tropas de tierra" para controlar Irak.

Horas después, tanto Rumsfeld como Bremer intentaron retractarse de sus embarazosas afirmaciones, de las que tuvo que salir al paso la Casa Blanca. "Desgraciadamente me entendieron mal", dijo el secretario de Defensa, desautorizando su propio comentario sobre el vínculo entre Irak y Al Qaeda, que no pudo ser más rotundo. "Hasta donde yo sé, no he visto ninguna prueba firme y sólida que los vincule", afirmó el lunes.

Bremer, por su parte, no sólo habló del insuficiente número de tropas desplegadas en Irak, sino que dijo además que éstas fueron incapaces de impedir el "horrible" saqueo de Bagdad que hubo en los días posteriores a la caída de la capital iraquí. "Pagamos un precio alto por no detener los saqueos, lo que contribuyó a crear una atmósfera de ciudad sin ley", remató. Al igual que Rumsfeld, Bremer quiso luego desdecirse, afirmando que se refería a la situación de Irak en mayo del 2003, y no a la actual.

"LARGA LISTA DE ERRORES" Pero el daño estaba ya hecho. El candidato demócrata, John Kerry, aseguró que el reconocimiento del exadministrador es sólo parte de "una larga lista de errores". El patinazo de Bremer, sumado al de Rumsfeld, prometían ser armas muy efectivas para Edwards, a la hora de colocar a Cheney a la defensiva sobre la desastrosa campaña de Irak y la guerra contra el terrorismo.

El primer y único debate de los candidatos a vicepresidentes reviste este año más importancia de lo normal, en vista de lo reñida que está la campaña. Cheney, considerado por muchos como el presidente en la sombra, tenía como principal táctica anoche afianzar la desconfianza de los votantes sobre la capacidad del tándem demócrata Kerry-Edwards para protegerlos del terrorismo. Pero el astuto vicepresidente, de 63 años, acudía al encuentro con abundantes puntos flacos, desde su asociación con Halliburton, empresa que dirigió antes de las elecciones del 2000, hasta la pérdida de puestos de trabajo en EEUU.