Rusia y su capital, Moscú, van dando acelerados pasos hacia la normalidad, pese a que los datos siguen sin reflejar que la epidemia esté controlada en el país, al menos al nivel de los grandes estados de Europa Occidental. La cifra de nuevos contagios diarios se mantiene estable desde hace semanas en alrededor de los ocho millares, al tiempo que los fallecidos rondan entre los 150 y los dos centenares, unas variables que han sido a menudo cuestionadas por médicos, prensa independientes e incluso por la OMS.

Todo parece indicar que el alcalde de Moscú, Serguéi Sobyanin, se ha visto obligado desde el Kremlin a acelerar las medidas de desconfinamiento por el Desfile de la Victoria, dentro de cinco días, y la inminente votación de la reforma constitucional, que convertirá a Vladímir Putin en presidente vitalicio de facto. Pese a ello, el peligro sigue muy presente, hasta el punto de que 20 regiones o ciudades han preferido desmarcarse de las directrices oficiales y han suspendido o aplazado el desfile.

La gestión de la crisis ha generado un gran descontento entre el estamento médico debido a la escasez de medios y material, y a las promesas incumplidas de sobresueldos para el estresado personal.