Día tras día, Rusia bate sus propios récords de infectados y fallecidos por covid-19. Las autoridades del país han informado este martes de que en las últimas 24 horas se han contabilizado 25.141 nuevos contagios y 491 muertes como consecuencia de la enfermedad, los números más elevados desde el inicio de la pandemia, allá por el mes de marzo. Representantes gubernamentales admiten abiertamente la gravedad de la situación, aunque prefieren no decretar medidas de confinamiento a nivel federal, delegando en las regiones la potestad de luchar contra la segunda ola de esta emergencia sanitaria.

Tatiana Golikova, viceministra de Estado en el gobierno encabezado por Mijaíl Mishustin, no quiso poner paños calientes a la hora de valorar la evolución de la pandemia durante una reunión con el consejo coordinador de los derechos humanos. Un 78,2% de las camas hospitalarias están ocupadas por pacientes de coronavirus, un porcentaje que se supera en cerca de la mitad de las 85 regiones, territorios y repúblicas que conforman la Federación Rusa. Según el ministro de Sanidad Mijaíl Murashko, alrededor de 221.000 pacientes permanecen en estos momentos ingresados en los centros sanitarios rusos; de ellos, cerca de 5.000 requieren ventilación asistida.

CRISIS EN SAN PETESBURGO

En seis entidades federales, incluyendo a la ciudad de San Petersburgo, la situación es definida como "crítica". El gobernador de la segunda localidad de Rusia en importancia, Aleksándr Beglov, ha ordenado el cierre de todos los puestos de comida y pistas de hielo en centros comerciales, además de reducir a un 25% de los asientos el aforo permitido en las representaciones teatrales, en las salas de concierto o en los cines. En Moscú, la capital del país, fuertemente castigada por la epidemia, los escolares de entre 6 y 11 años seguirán las clases a distancia al menos hasta el próximo 6 de diciembre. En la región de Ivánovo, a 250 kilómetros al noreste de Moscú, las morgues no dan a basto y las autoridades locales buscan desesperadamente cámaras frigoríficas para albergar los restos mortales.

La dureza de la crisis sanitaria está poniendo sobre el tapete algunos comportamientos de miembros de la élite, denunciados por medios de comunicación independientes. Vladímir Sipiagin, gobernador de la región de Vladímir, a unos 180 kilómetros al este de la capital, se ha convertido en el protagonista de una agria polémica al saberse que, infectado por el virus, prefirió ingresar en una clínica privada de Moscú en vez de hacerlo en un hospital público de su localidad. Sus explicaciones posteriores, asegurando que lo hizo para permitir que otro paciente ocupara su lugar han sido recibidos con especticismo por los ciudadanos.

Mientras el sistema sanitario de Rusia afronta como puede un nuevo pico de la pandemia, representantes gubernamentales intentan vender al mundo las bondades de las vacunas diseñadas y producidas en el país. Kirill Dmitriev, al frente del fondo soberano ruso, ha asegurado este martes que Spútnik V, la vacuna elaborada por el Instituto Nacional Gamaleya, será sustancialmente más barata que sus contincantes de Occidente, con la vista puesta a su exportación a América Latina e incluso a Hungría, país miembro de la UE. Según este responsable, su efectividad dos meses después de ser inoculada asciende al 95%.