Dos días después de ser sentenciado a la horca por el caso Duyail , Sadam Husein compareció de nuevo ante un tribunal iraquí para responder, esta vez, por genocidio contra el pueblo kurdo. A diferencia del pasado domingo, el dictador no profirió gritos ni mostró su habitual actitud desafiante, sino que aprovechó la vista -- la número 21 desde que arrancó este proceso, en agosto-- para hacer un llamamiento a la unidad entre árabes y kurdos.

"Insto a todos los iraquís, árabes y kurdos a reconciliarse, a pedirse perdón y a estrecharse las manos", dijo Sadam en un momento de la sesión, en la que compareció en la misma sala en la que se juzga también a otros seis inculpados, entre ellos su primo Hasan al-Majid, alias El Químico . A todos ellos se les acusa de participar, a finales de los 80, en la campaña militar Anfal, una operación de castigo contra el pueblo kurdo iraquí que se saldó con la muerte de 180.000 personas, según la acusación.

Sadam dijo que los iraquís deberían tomar ejemplo del profeta Mahoma y de Jesucristo, que supieron perdonar a sus enemigos, y aseguró que amaba a los kurdos tanto como a los árabes. El dictador respondía así a un testigo de la acusación que relató cómo soldados del régimen de Sadam asesinaron, a sangre fría, a 33 personas de una aldea del Kurdistán en agosto de 1988.

El kurdo Qahar Jalil Mohamed, de 50 años, aseguró que los militares reunieron a los varones del pueblo y los acribillaron a balazos. El testigo sobrevivió a la matanza, aunque perdió a su padre, dos hermanos y a otros 18 familiares.

AMENAZA El antiguo partido Baaz, en la clandestinidad, advirtió que si Sadam es ejecutado destruirá la embajadas de EEUU y el Reino Unido de Bagdad. Las autoridades iraquís anunciaron que un centenar de policías, algunos de alto rango, serán juzgados por haber torturado a centenares de detenidos iraquís en una prisión de la capital.