"Señor presidente, ¿qué opina sobre el desarrollo de las elecciones?" Juan Manuel Santos escuchó la pregunta de un periodista tras votar en la mesa 5 del Liceo Francés, en el norte de una Bogotá pasada por agua. "No me considero presidente aún", respondió, para cuidar las formas. Los sondeos previos le daban un 65% de los votos. Y si bien las encuestas no son del todo fiables a tenor de los fallidos pronósticos de la primera vuelta, solo una catástrofe despojaría al candidato del Partido de la Unidad Nacional y heredero del ubicuo Alvaro Uribe de la victoria. El pasado 30 de mayo sacó una ventaja de 25 puntos a su rival, Antanas Mockus.

Beneficiado por la popularidad del actual jefe del Estado, Alvaro Uribe, apoyado por la maquinaria estatal, gran parte de los medios, los dos partidos tradicionales (liberales y conservadores) y de Cambio Radical --la otra gran fuerza uribista--, Santos se asomaba a una victoria contundente y previsible.

Mockus esperaba el milagro. El filósofo tiene el desafío de preservar el capital electoral si quiere convertirse en una alternativa en el futuro. Los verdes fueron a la segunda vuelta sin alianzas tras rechazar el pacto con el Polo Democrático Alternativo (izquierdas), que tres semanas atrás logró un 1.300.000 votos.

HECHO CONSUMADO El triunfo de Santos era tan previsible que miles de colombianos percibieron la contienda como un hecho consumado. Las autoridades electorales calcularon a media jornada que la participación se había reducido un 18% respecto al 20 de mayo. El que sin duda será el próximo presidente prometió mantener la política de "seguridad democrática" de Uribe. Opina que las FARC y el ELN están acorralados y que el próximo Gobierno podrá dedicarse a repartir frutos del crecimiento.

Los comicios no pudieron sustraerse de la violencia. Siete policías murieron cuando un convoy policial pasó por la zona rural del municipio de Tibú, en el departamento de Santander, y la guerrilla activó una carga explosiva. Cerca de allí fueron dinamitadas dos torres de energía y quemado material electoral. El pasado sábado murieron dos militares en un enfrentamiento con las FARC en el paraje del municipio colombiano de Tumaco, cerca de la frontera ecuatoriana. El Ejército informó del deceso de seis guerrilleros en el departamento del Meta.

En vísperas de las elecciones, las televisiones se saturaron de publicidad estatal. Lo primero que se vio es al general Luis Mendieta, rescatado hace una semana por el Ejército tras permanecer 12 años en poder de las FARC. Mendieta sostenía una Jabulani, el balón oficial del Mundial, pero no hablaba de fútbol. Mirando a la cámara, llamaba a los guerrilleros a abandonar las armas y poder disfrutar del fútbol global, como él.

REDUCIR PENAS Santos y el mismo Mockus avanzaron que no habrá negociaciones con los grupos armados. Sus integrantes tienen la posibilidad de la desmovilización y el beneficio de reducir sus penas y hasta recibir dinero a cambio de información. El integrante de las FARC que aportó los datos que permitieron llevar a cabo con éxito la reciente operación Camaleón, que devolvió a Mendieta a la vida, recibirá un millón de dólares.

Más allá de los éxitos frente a las FARC en los dos últimos años, algunos analistas dicen que la política de "seguridad democrática" diseñada por Uribe hace ocho años es económicamente insostenible a medio plazo para un país con asignaturas sociales pendientes.