Con Sarah Palin no hay pronósticos o lógica analítica que valgan. Poco más de dos años después de saltar a la arena política nacional, cuando el entonces candidato presidencial republicano John McCain la escogió como su número dos, la exalcaldesa de Wasilla y exgobernadora de Alaska ha hecho añicos los análisis de los observadores y estrategas que la identificaron como un fenómeno pasajero y se confirma como una fuerza política imposible de desdeñar.

Palin es una tormenta perfecta unipersonal que ha creado un imperio mediático sobre sí misma y avanza subida con seguridad a la ola de conservadurismo, populismo y frustración con la política que azota el país y que ella misma ha azuzado.

Desde que en julio del año pasado dimitió a mitad de mandato como gobernadora, Palin se ha hecho omnipresente. Sus entradas en sus cuentas de Facebook y Twitter, en las que ataca las políticas de Barack Obama o denuncia actuaciones de la Reserva Federal, reciben extensa cobertura mediática. Aparece como comentarista invitada en la cadena Fox. Protagoniza un reality show centrado en Alaska, un espacio que logró cinco millones de espectadores el día de su estreno, (aunque el 40% de ellos no volvieron en el segundo episodio) y sus hijos son también figuras mediáticas.

Ayer inició la gira promocional de su segundo libro, America by heart , título que literalmente se traduciría como América de memoria , que juega con el sentido del amor a la patria y con el que espera repetir el éxito del primero, Going rogue , del que vendió 2,2 millones de ejemplares.

MADRINA DEL TEA PARTY Esa omnipresencia no tendría la relevancia que tiene si Palin no se estuviera consolidando, además, como la figura clave de la política conservadora, una condición que ha confirmado como madrina del Tea Party.

El apoyo a 50 candidatos de ese movimiento en las últimas elecciones legislativas le ha pasado factura: ha visto acentuarse, por ejemplo, las enemistades y recelos que despierta en el Partido Republicano, que le atribuye derrotas clave que impidieron a los conservadores hacerse con la mayoría en el Senado. Y en la última encuesta de Gallup tras los comicios su índice de desaprobación alcanzó el 52%. Su alianza con el Tea Party es, a la vez, uno de sus puntos más fuertes de cara a una posible candidatura en 2012. Aún no ha confirmado oficialmente que vaya a intentar lograr la nominación del Partido Republicano, pero en diversas entrevistas lo ha dejado caer.