Hasta los analistas políticos que le consideran un pésimo presidente reconocen sus "excelentes dotes" como candidato. A 20 meses de las presidenciales del 2012, Nicolas Sarkozy ya ha empezado a enfundarse el traje de aspirante a la reelección, ese que le transforma en una especie de guerrero del antifaz contra delincuentes y maleantes y que tan buen resultado le dio en el 2007 para conquistar el Elíseo.

La receta de la seguridad empieza a dar sus frutos en las encuestas, pero no sin ocasionar importantes daños colaterales: las expulsiones de gitanos así como el anuncio de retirar la nacionalidad a ciertos malechores ha irritado a la derecha moderada hasta el punto de abrir una brecha en el Gobierno y su imagen internacional ha sufrido un duro golpe.

Sarkozy se encuentra, pues, ante una difícil encrucijada. Al principio del verano su cota de popularidad era tan baja --solo un 26% de apoyos-- que empezaba a ser cuestionado en sus propias filas como mejor opción para la carrera electoral. Con la acumulación de fatalidades --una crisis económica que sigue coleando, las protestas sociales, el intento fallido de liberar a un rehén de Al Qaeda, y el escándalo Woerth-Bettencourt-- el presidente llegó a la conclusión de que debía tomar la iniciativa. Para llegar al 2012 con posibilidades de conservar el poder debía tomar carrerilla.

ACUSACIONES DE RACISMO Este verano Sarkozy ha querido conjurar tanta fatalidad con su infalible receta de la mano dura. Pero el terreno está tan explotado que, para conseguir el mismo efecto, había que aumentar las dosis con medidas de impacto. Tras los disturbios de Grenoble y los incidentes protagonizados por una comunidad gitana en el centro del país, el presidente se lanzó de cabeza al avispero.

La asociación de delincuencia e inmigración y las repatriaciones masivas de gitanos generaron duras críticas dentro y fuera del país. Desde el Papa hasta las acociaciones de defensa de los derechos humanos pasando por la ONU, el Consejo de Europa y la UE criticaron la medida. Algunos diarios anglosajones llegaron a comparar la situación con la "deportación de judíos".

CRITICAS DE MINISTROS El discurso populista de Sarkozy ha puesto los pelos de punta a algunos de sus principales ministros. "He pensado en dimitir", admitió el titular de Exteriores, Bernard Kouchner, fichaje socialista con largo historial de defensa de derechos humanos. "No es el camino", clamó el ministro de Defensa, Hervé Morin.

Pero los sondeos han puesto de manifiesto que los franceses de a pie no están tan escandalizados. El 65% aprueba las expulsiones de gitanos y, según la última encuesta de TNS Sofres para Le Figaro la maltrecha popularidad de Sarkozy ha recuperado cuatro puntos (30%) aunque sigue por debajo del primer ministro, François Fillon (37%), cuyo escaso entusiasmo por la política de inmigración no ha pasado desapercibido.

EL MIEDO Fillon encarna a la derecha moderada de corte gaullista que no se ha identificado con una escalada de la política de seguridad que juega con el miedo y la estigmatización de una comunidad, algo que no casa bien con los principios republicanos. En cambio, el sondeo muestra que entre la clase obrera y entre los simpatizantes de la extrema derecha, la estrategia de Sarkozy ha dado en la diana dando la razón al ministro del Interior, Brice Hortefeux. El brazo ejecutor de la política de seguridad fustiga las lecciones de moralidad de los "bienpensantes" y "socialistas millonarios" desde sus lujosos apartamentos parisinos. La recuperación de los votantes de las clases populares que en las regionales de la pasada primavera desertaron paraalimentar al Frente Nacional y la abstención constituye un objetivo prioritario de Sarkozy para las presidenciales del 2012. Sin embargo, a la hora de desviar la atención sobre cuestiones tan candentes como la reforma de las pensiones y el escándalo político-financiero que salpica al ministro que debe conducirla, el titular de Trabajo, Eric Woerth, la estrategia de Sarkozy ha tenido un éxito muy efímero.

WOERTH, ATRAPADO Cada día que pasa, Woerth se encuentra más atrapado en la telaraña del caso Bettencourt. Sindicatos y miembros de la patronal han pedido que abandone el barco porque "está más ocupado" en defenderse que en llevar a cabo la reforma --la edad legal de jubilación pasará de los 60 a los 62 años-- que tiene a los ciudadanos en pie de guerra. El martes, el titular de Trabajo debe defender el proyecto en el Parlamento, mientras Francia sale a la calle en la que se augura como la mayor manifestación del mandato.

EN LA LISTA NEGRA Todo indica que Woerth pasará a engrosar la lista negra de Sarkozy --con la continuidad de François Fillon como gran incógnita-- para dejar el Gobierno en la remodelación anunciada para este otoño. Otra receta para intentar salir de la espiral infernal que amenaza con apear al actual presidente del Elíseo. Y conjurar titulares tan cenicientos como el de la portada del semanario Le Point : "¿Ya ha perdido?".