Ha hecho falta un devastador terremoto para que un presidente francés pusiera los pies en Haití por primera vez en sus dos siglos de independencia de París. Con el propósito de saldar las cuentas pendientes con su antigua colonia, pero también de estar presentes en la nueva etapa que se abrirá tras la reconstrucción, Nicolas Sarkozy realizó ayer una visita relámpago a la capital, Puerto Príncipe, para expresar su "solidaridad" al tiempo que rechazaba la idea de una tutela internacional, que Francia percibe como la consolidación de la influencia preponderante de EEUU en el país.

De camino hacia las islas de Martinica y Guadalupe, Sarkozy aprovechó el viaje oficial a las Antillas francesas para convertirse en el primer jefe de Estado que viaja a Haití tras la catástrofe del 12 de enero. Un gesto que acompañó de una inyección de ayuda de 326 millones de euros. La suma incluye la anulación de la deuda de 56 millones de euros y contribuirá a reconstruir el palacio presidencial.

"Hoy nos sentimos ciudadanos haitianos", proclamó el presidente en el discurso que pronunció ante la embajada francesa, también dañada por el seísmo, después de visitar un hospital de campaña y de sobrevolar la capital en helicóptero junto al presidente haitiano, René Préval. Tras admitir que Francia no dejó solo "buenos recuerdos" en Haití, Sarkozy se comprometió a colaborar en la reconstrucción sin interferir en el gobierno del país. "Queremos ayudar a los haitianos a retomar el control de su destino", afirmó tras recordar que Francia fue el primer Estado que envió ayuda después del terremoto que ha causado 217.000 muertos y ha dejado sin techo a 1,2 millones de personas.

SALDAR CUENTAS La misma actitud reclamó a EEUU, cuyo desembarco masivo para socorrer a los haitianos provocó algún que otro roce con Francia. El Elíseo puntualizó que la visita de Sarkozy se abordaba como "una ocasión para demostrar que Francia se moviliza, pero también para saldar las cuentas pendientes del pasado".