Convencido de que la protesta contra la reforma de las pensiones en Francia ha tocado techo y acabará por desinflarse, Nicolas Sarkozy volvió ayer a hacer una exhibición de firmeza. "He dado la orden de desbloquear la totalidad de los depósitos de carburante a fin de restablecer la normalidad lo antes posible", anunció en el Consejo de Ministros.

El presidente mantuvo pues su estrategia de hacer oídos sordos a la movilización de sindicatos, oposición y estudiantes, que después de la demostración de fuerza del martes --la sexta manifestación masiva desde el 7 de septiembre-- continuaron con las acciones de resistencia.

"¿Qué queremos? ¡La jubilación! ¿Y cómo la queremos? ¡A los 60 años!", coreaban ayer los estudiantes ante el Palacio de Luxemburgo, sede del Senado, donde la reforma que prolonga la edad legal de la retirada de la vida activa de los 60 a los 62 años se vota a paso de carga. El partido del Gobierno está haciendo todo lo posible para aprobar el texto esta semana y salvar los múltiples obstáculos dilatorios tendidos por la oposición.

Los universitarios reunidos frente al Senado necesitaron la ayuda de los sindicalistas, que observaban escépticos el ambiente festivo de los jóvenes, para que la movilización resultara convincente. Además de un ejército de antidisturbios, las centrales desplegaron sus servicios de seguridad para impedir que las bandas de los barrios conflictivos provocaran disturbios. Un fenómeno que no pudo evitarse de nuevo en Nanterre y en Lyón, donde volvió a haber enfrentamientos y saqueos de algunos comercios. Desde el inicio de los altercados, la policía ha efectuado 1.423 detenciones.

MAS UNIVERSITARIOS Según los datos oficiales, los institutos en huelga retroceden --178 en lugar de 300-- pero la revuelta se extiende en las universidades. Al menos 29 --el martes eran 10-- de las 83 del país se han movilizado. La policía desbloqueó los depósitos de suministro de carburante, pero el efecto en las gasolineras no fue instantáneo. Más de 3.000 de las 12.500 estaciones de servicio de Francia están desabastecidas.

Ante el uso de la fuerza, la táctica de los sindicatos consistió en no oponer resistencia, sino reproducir los bloqueos unos metros más allá, o en otros lugares, como los accesos a los aeropuertos. Aunque las anulaciones de vuelos se limitaron al aeropuerto de Orly, en París, y en Nantes muchos usuarios tuvieron que llegar a los aviones a pie. El tráfico ferroviario --con un 15% de huelguistas-- siguió alterado.

SALIDA DIFICIL El pulso sigue vivo. Los sindicatos se reunirán hoy para decidir si continúan el combate tras la aprobación de la reforma, que coincidirá con el inicio, el viernes, de las vacaciones de otoño. Diez días sin clase que el Gobierno espera que contribuyan a desactivar la revuelta juvenil que cataliza el rechazo a la política de Sarkozy.

Pese a que, según un sondeo publicado por el diario Libération el 79% de los franceses desean que el Gobierno reanude la negociación de la reforma con los sindicatos, para el presidente solo parece haber una salida: imponer su reforma.