Teatral en la forma pero modesta en el fondo. La remodelación del Gobierno con la que Nicolas Sarkozy pretende relanzar su mandato se vio marcada por la continuidad, al mantener a François Fillon como primer ministro al día siguiente de haber forzado su dimisión. El golpe de efecto, destinado a subrayar su autoridad, no ocultó el hecho de que Sarkozy ha sacrificado su voluntad de ofrecer una imagen de cambio para rendirse a la evidencia: no puede permitirse el lujo de prescindir de Fillon. Mucho más popular que el jefe del Estado, una vez apeado del Ejecutivo podría convertirse en una seria amenaza para la reelección de Sarkozy en el 2012.

Es, pues, un Fillon con un poder reforzado quien recibió ayer el encargo de formar Gobierno. Toda una revancha para el primer ministro, que fue tratado por Sarkozy de simple "colaborador". Esta humillación unida al estrecho margen de maniobra a la sombra de un presidente que ocupa todo el espacio le valió el apelativo de Mister nobody (don nadie). Pero a medida que la imagen del jefe del Estado se iba desgastando víctima de su propia estrategia, la personalidad templada y discreta de Fillon fue ganando terreno.

GIRO SOCIAL Fillon es el único que ha logrado la hazaña de pasar cuatro años en Matignon, sede del primer ministro, sin salir carbonizado. Además, continúa después de haber demostrado su independencia --"Sarkozy no es mi mentor", dijo el pasado verano-- e incluso ha discrepado en una cuestión tan sensible como la expulsión de gitanos. El comunicado que emitió ayer indica que se concentrará en el "empleo" y la "solidaridad", es decir, en dar un giro social al Gobierno después de las fuertes protestas de este otoño contra la reforma de las pensiones.

También da a entender que habrá un retorno al clásico reparto institucional. Sarkozy, que acaba de coger las riendas del G- 20, se centrará en la política internacional y en el papel de árbitro. Fillon, en la política interior.

Una vez despejada la principal incógnita del cambio, empezaron las idas y venidas de coches oficiales al Elíseo para elaborar el Ejecutivo con el que Sarkozy quiere abrir una nueva etapa que le permita mejorar su deteriorada imagen.

La primera víctima se llama Jean-Louis Borloo, ministro de Ecología y jefe del Partido Radical, de corte centrista, que competía con Fillon por el puesto. Despechado, anunció su decisión de salir del Gobierno. "Prefiero conservar mis valores", indicó en alusión a su discrepancia con Fillon, que podría traducirse en una candidatura a las presidenciales del 2012. No sería una catástrofe para Sarkozy. Borloo, sustituido por Nathalie Kosiusko Morizet, podría neutralizar a otro candidato: Dominique de Villepin, enemigo de Sarkozy que reivindica la derecha social. El presidente le propinó un golpe fichando para una secretaría de Estado a la portavoz del partido del exprimer ministro, Maire-Anne Montchamp.

"EQUIPO DE CAMPAÑA" El titular de Defensa, Hervé Morin, también anunció su salida, y posible candidatura, tras denunciar que la nueva composición convierte al Ejecutivo en un "equipo de campaña de la Unión por un Movimiento Popular (UMP)", el partido de Sarkozy.

La eliminación de los fichajes de la izquierda --Bernard Kouchner (Exteriores) o Fadela Amara (Ciudades)-- de voces disidentes --Rama Yade (Deportes)-- y de ministros incómodos como el de Trabajo, Eric Woerth --piloto de la reforma de las pensiones salpicado por el caso Bettencourt -- confirma la voluntad de cerrar filas para centrarse en las elecciones.

Sarkozy confía Exteriores a Michele Alliot-Marie, hasta ahora titular de Justicia. Alliot-Marie se convierte así en la primera mujer que se hace cargo de la diplomacia francesa. El presidente aumenta el poder de su amigo Brice Hortefeux en Interior, que absorbe Inmigración.