Un tormento. En eso se han convertido las elecciones generales de hoy para los electores alemanes, según la expresión utilizada por el diario Berliner Zeitung. Pero no sólo para ellos. El canciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder, y la aspirante a sucederle, la conservadora Angela Merkel, rompieron ayer la norma no escrita y salieron de campaña a la desesperada para intentar captar los codiciados votos de los 10 millones de electores (del total de 61,9 millones) que aún no saben qué harán. Y es que la cita electoral de hoy no sólo es la más importante de los últimos 40 años en la primera potencia de Europa, sino que es también la más ajustada, según vaticinan todos los sondeos. Por eso, nadie da por perdido nada hasta que los colegios electorales cierren, a las seis de la tarde.

El aplazamiento de la votación en Dresde (219.000 votos) hasta el 2 de octubre, tras la muerte de una candidata, rizó el rizo del incierto resultado y trajo a la mente de todos las generales del 2002, cuando el SPD sólo logró 8.864 votos más que la coalición conservadora (CDU/CSU). La noche electoral se prevé de infarto para Schröder y Merkel.

SONDEOS Los últimos sondeos dan la victoria a la candidata conservadora, que se convertiría en la primera cancillera de Alemania y en el primer político del Este que llega a la jefatura de Gobierno. La CDU/CSU y sus aliados liberales (FDP) se sitúan entre el 48% y el 49,5% de las intenciones de voto, mientras que el SPD y Los Verdes, que gobiernan el país desde 1998, logran entre el 39% y el 41%. Schröder no quiere ni puede contar con el 7% de votos previstos para los excomunistas del PDS y los disidentes socialdemócratas de Oskar Lafontaine, cuyos resultados merman las posibilidades de continuar del canciller y amenazan el triunfo de Merkel.

La aritmética electoral tampoco ayuda a aventurar resultados. Como consecuencia del sistema electoral, Merkel podrá esta misma noche preparar las maletas para mudarse a la cancillería si obtiene el 48,5% de los votos con una mayoría de tres escaños. Puede suceder que los conservadores ganen las elecciones pero no puedan formar Gobierno. En esta situación se plantearía un escenario que nadie desea, pero sobre el cual muchos ya trabajan: una gran coalición entre el SPD y la CDU/CSU.

EL CAMBIO Apenas hace dos semanas, nadie se planteaba esta salida. Los conservadores tenían el campo bien labrado para recuperar el poder. Todavía existía un claro voto de castigo contra el dirigente socialdemócrata que, tijera en ristre, se atrevió a tocar, con la llamada Agenda 2010, un sistema social y laboral histórico. Ya no era visto como el canciller del no a la guerra o el político eficiente que dio rápida respuesta a las inundaciones en el este de Alemania poco antes de las legislativas del 2002. Merkel, aupada por los círculos financieros, acariciaba el poder. Pero las cosas cambiaron.

Los sondeos empezaron a reflejar que los alemanes aceptaban la necesidad de reformar, pero dudaban de hasta dónde había que llegar y a qué velocidad. Así, el canciller llamó a la movilización de los socialdemócratas y, en un intento de recuperar la confianza de sus fieles, se desplazó a Recklinghausen, en la cuenca del Ruhr, mientras fuentes de su partido hablan de "una sorpresa".