A María Estuardo le costó --literalmente-- la cabeza. Y la Alemania de Hitler perdió una importante parte de sus opciones en la segunda guerra mundial gracias al desciframiento del código Enigma con la máquina Colossus. Ambos casos son ejemplos claros de la importancia de mantener los secretos muy guardados. Estuvo bien encriptar los mensajes, pero lo que resultó precisamente fatal fue la prepotencia basada en la confianza derivada de la creencia de que el código era indescifrable.

Justamente por eso, y por otros muchos ejemplos similares y muy conocidos, resulta incomprensible que la diplomacia (?) estadounidense guardara los documentos que Wikileaks ha ofrecido a todo el mundo y que --además de alimentar teorías conspiranoicas sobre el auténtico origen de la filtración-- han desatado debates y enfrentamientos a escala planetaria sobre la libertad de expresión y su significado en la era digital, el espionaje moderno y un largo etcétera, sin olvidar que ha puesto en evidencia aquello que, como mínimo, era una sospecha en voz alta, sobre la consideración de colonia que a lo sumo merecemos el resto del mundo para los autores de los documentos que se han hecho públicos.

¿Y cuál es el papel de internet en todo el asunto? ¿Cuál habría sido el impacto de esta filtración masiva sin los efectos asociados a la red? No resulta nada difícil adivinar cuáles habrían sido las dificultades y trabas que los medios de comunicación tradicionales habrían podido poner a Julian Assange y asociados. Basta con considerar el acoso a que se ha visto sometido Wikileaks y las amenazas y las represalias tomadas contra cualquiera que se acercara: Amazon, Pay Pal, Visa...

Y de ahí la importancia de la batalla librada en el ciberespacio para poder mantener abierto el acceso a los documentos de Wikileaks y que haya quedado patente que la colaboración y la solidaridad sean los mejores y más efectivos antídotos contra el bloqueo de una web en internet. A estas alturas debe de haber más de 1.000 páginas web que son un espejo de Wikileaks, con el mismo contenido que el sitio original. Si una o varias caen a causa de las presiones comerciales, ataques de denegación de servicio o lo que sea, siempre quedan otras --cada día salen otras nuevas-- con los documentos filtrados.

Esta es la auténtica fuerza de la red, al mismo tiempo que también es la verdadera debilidad de aquellos que tienen secretos: desde siempre se ha sabido que no hay secretos seguros si son compartidos por más de una persona. Y si no, que le pregunten a María Estuardo y a otras víctimas de secretos desvelados.

Hay que esperar, en definitiva, que este asunto haya servido para que las dependencias gubernamentales de todos los países del mundo --ya sean diplomáticas o no-- finalmente hayan entendido bien por qué en la mítica serie de televisión Misión imposible los mensajes se autodestruían a los cinco segundos de ser escuchados.