El sangriento atentado de Jerusalén del martes ha dejado al proceso de paz en Oriente Próximo en una difícil encrucijada con varios caminos que parecen desembocar en callejones sin salida. El primer ministro israelí, Ariel Sharon, planteó ayer un ultimátum a su homólogo palestino, Abu Mazen, para que se enfrente a las facciones armadas, pero advirtió de que el Ejército lo hará si la Autoridad Nacional Palestina (ANP) no cumple. Por lo pronto, Abu Mazen ordenó el arresto de los que planearon el atentado y rompió los contactos con Hamas y la Yihad Islámica.

El atentado ha hecho mucho daño en todos los aspectos. En el apartado humano, Israel aún estaba ayer conmocionado, especialmente afectado por el alto número de niños, víctimas de la terrible explosión. En el político, Sharon evaluó que responder con fuerza al ataque supondría una espiral de sangre que enterraría definitivamente la Hoja de ruta. Sharon explicó ayer al presidente de EEUU, George Bush, que en principio no habrá una gran operación militar, pero que el proceso de paz no avanzará si la ANP no se enfrenta a los radicales.