El círculo vicioso del odio y la venganza en Oriente Próximo volvió a cebarse ayer sobre la población palestina, indefensa ante los atropellos del Ejército israelí y su desprecio por las leyes internacionales, como la IV Convención de Ginebra. En una reunión de alto nivel presidida por el primer ministro israelí, Ariel Sharon, el Ejecutivo decidió arrasar centenares de casas, acción refrendada por el jefe del Ejército, el general Moshé Yaalon, y el ministro de Defensa, Saúl Mofaz.

Y pese a la represión militar, otros dos soldados israelís murieron y otros dos resultaron heridos en el sur de la franja de Gaza, al explotar una bomba al paso de su convoy. Con ellos, ya son 13 los militares muertos esta semana en tres emboscadas. Las Brigadas de Mártires de al Aksa, brazo armado de Al Fatah, se atribuyó este ataque.