Por esas cosas que tiene la matemática electoral, la extraordinaria victoria que logró Ariel Sharon en las elecciones del martes le va a dar muchos quebraderos de cabeza al líder del Likud, a causa de la determinación del jefe laborista, Amram Mitzna, de no entrar en un Gobierno de unidad liderado por Sharon.

Hasta que el próximo domingo el presidente de Israel, Moshe Katzav, empiece las consultas para encomendar la formación del Gobierno a Sharon, ahora es el momento de que cada partido muestre su posición inicial en el maratón que debe desembocar en un nuevo Ejecutivo.

Sharon --que recibió la felicitación de los presidentes de Egipto, Hosni Mubarak, y de EEUU, George Bush-- tiene previsto empezar las negociaciones en pocos días. Según han empezado a filtrar sus colaboradores, su intención es clara: cortejar primero al Partido Laborista y al Shinui. Cualquier cosa menos echarse en brazos de la ultraderecha para evitar poner en peligro su privilegiada relación con Estados Unidos.

Pero, al igual que parece serlo Mitzna, las matemáticas son tozudas. Aunque existen otras combinaciones, una coalición con los ultraortodoxos y la ultraderecha le da al Likud una mayoría de 71 diputados sobre los 120 de la Kneset. De ahí las presiones apelando a la responsabilidad que ha empezado a caer sobre los laboristas. "Entiendo los argumentos de Mitzna, pero le pido que acepte un Gobierno de unidad nacional", declaró ayer Katzav.