La peregrinación a Kerbala se transformó en una manifestación política contra la presencia de EEUU en Irak. Centenares de miles de peregrinos shiís continuaron ayer desfilando, por segundo día consecutivo, en la ciudad donde está enterrado el imán Husein, nieto de Mahoma, para conmemorar el final del luto por su muerte, a fines del siglo VII.

Los eslóganes de la jornada del martes se transformaron ayer en consignas políticas exigiendo abiertamente la retirada de las tropas estadounidenses y británicas del país. A pesar de que el presidente norteamericano George Bush dio la bienvenida a la recién estrenada libertad religiosa de los shiís iraquís, en Washington, fuentes norteamericanas no pudieron ocultar su nerviosismo ante el creciente sentimiento antiestadounidense en Irak, particularmente entre la comunidad shií.

Bush declaró a la revista Newsweek que las noticias de la marea de fervor religioso de los shiís son "maravillosas" y que le habían hecho "feliz por un día". Pero la peregrinación, organizada por la Hawza (centro de poder religioso shií de Irak), demostró que esta comunidad, que engloba al 65% de los iraquís, está mejor organizada de lo que se esperaba y que está dispuesta a llenar el vacío de poder dejado por el régimen de Sadam Husein.

Desde Teherán, el líder del proiraní Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Irak, el ayatolá Mohamed Baqr al Hakim, manifestó su disposición a cooperar con EEUU para establecer una autoridad interina en Irak, pero a la vez subrayó que la movilización de Kerbala puso de manifiesto la capacidad de los shiís para autogobernarse.

Al igual que Bush, también el general Jay Garner, el virrey de Irak, ignoró el sentimiento antiestadounidense. Garner declaró que la mayoría de los shiís "están satisfechos del momento en que se encuentran ahora".