La ausencia del disidente chino Liu Xiaobo --el galardonado-- en la ceremonia del Premio Nobel de la Paz ayer en Oslo ha servido para poner en evidencia la falta de libertades en China. Una silla vacía --ocupada por el diploma y la medalla del Nobel-- y una fotografía gigante de un Xiaobo sonriente presidió la ceremonia en el Ayuntamiento de la capital noruega. Los organizadores se encargaron de que la figura del galardonado estuviera presente en todo momento. El presidente del comité Nobel, Thorbjoern Jagland, dejó claro en su discurso que Xiaobo, condenado el año pasado a prisión por defender la democracia y los derechos humanos en su país, "no ha hecho nada malo", sino "ejercer sus derechos civiles".

"Muchos se preguntan si, a pesar de su poder actual, China no manifiesta cierta debilidad al creer necesario encarcelar 11 años a un hombre por el mero hecho de expresar sus opiniones acerca de cómo debe ser gobernado su país", dijo Jagland durante la ceremonia, presidida por los reyes de Noruega.

MEDIO CENTENAR DE EXILIADOS En el acto también estuvieron presentes medio centenar de exiliados chinos. "Me siento muy feliz porque ahora todo el mundo conoce a Liu Xiaobo y este premio es un gran honor para él", dijo Lu Jing Hua, amigo del premiado y testigo de la ceremonia.

El acto contó también con la presencia de la presidenta saliente de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi. El régimen chino ni siquiera permitió que viajaran a Oslo familiares del activista galardonado. "Lamentamos que el galardonado no esté presente hoy porque se encuentra aislado en una prisión del noreste de China. Ni siquiera su esposa, la poetisa Liu Xia, ni sus más próximos familiares han podido estar con nosotros", afirmó Jagland.

El presidente del Comité Nobel recordó que en los 102 años de la historia del Nobel de la Paz solo en cinco ocasiones el premiado no ha estado presente, pero es la segunda vez que el galardón no ha podido ser ni siquiera entregado a un representante del premiado. Hasta ahora solo había ocurrido en 1936, cuando el premio fue a parar al pacifista alemán Carl Von Asstetzy, recluido en un campo de concentración nazi.

Pero, Xiaobo, un exprofesor de 54 años, sí tuvo quien leyó ayer en la ceremonia el texto titulado No tengo enemigos, mi declaración final, que escribió y pronunció ante el tribunal que lo sentenció a prisión el 23 de diciembre del 2009. La encargada de transmitir ayer las palabras de entonces de Xiaobo fue la actriz noruega Liv Ulmann. "No tengo ni enemigos ni odio", escribió el activista chino. "No considero como enemigos ni a los policías que me vigilaron, arrestaron e interrogaron, ni a los fiscales que me inculparon, ni a los jueces que me sentenciaron".

Xiaobo se atrevió a vaticinar que "China al final será una nación regida por la ley, donde los derechos humanos reinen de forma suprema" porque, según dijo, "no hay fuerza que pueda limitar la búsqueda humana de la libertad". El activista chino, que participó en 1989 en las protestas de Tiananmen, dijo también ante el tribunal que esperaba "ser la última víctima de las inquisiciones infinitas de China" y expresó su deseo de que de ahora en adelante nadie sea "incriminado por expresarse".

Además del Comité del Nobel, líderes mundiales como el presidente de EEUU, Barack Obama, y los gobiernos de Francia y el Reino Unido y la Unión Europea en su conjunto pidieron la puesta en libertad de Xiaobo. "Liu Xiaobo merece mucho más esta recompensa que yo", dijo ayer Obama, que obtuvo el galardón el año pasado. Xiaobo fue premiado en octubre "por su lucha larga y no violenta por los derechos humanos fundamentales en China". Pekín ha calificado a Xiaobo de "delincuente" tras ser acusado de "subversión del poder del Estado".

China logró que en la gala no estuvieran presentes una veintena de países, como Rusia, Afganistán, Cuba, Irán e Irak.