Las cifras siguen subiendo, y con el de ayer, uno de los peores ataques contra las tropas norteamericanas desde hace más de un año, se ha sobrepasado la cifra de 1.800 muertos, y, nadie debe olvidarlo, miles de heridos. George Bush sigue en sus trece, convencido, probablemente por su amigo Karl Rove, de que la tasa mensual de bajas ha sido de algún modo digerida por la sociedad norteamericana.

Puede que no tanto: hace pocos días, un alto cargo declaraba la posibilidad de empezar a reducir las tropas en primavera. Otro signo evidente: las prisas, excesivas a todas luces, para que el borrador de la Constitución esté cerrado el 15 de agosto. Se supone que ello conseguirá que el nuevo Gobierno, surgido de unas nuevas elecciones, sea capaz de garantizar la seguridad. Y para arreglarlo todo, Bush nombra a dedo al amigo Bolton para ayudar a reformar la ONU. Todo ello constituye el cuento de la lechera más dramático que se recuerda en mucho tiempo.

*Catedrático de Ciencia Política.