La reunión en Washington este miércoles de Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador ha sido un baño de halagos mutuos, un calculado baile de sintonía movido por intereses sobre todo propios pero en parte compartidos de los presidentes de Estados Unidos y México. El ejercicio ha dejado algunos elementos sorprendentes, como el inusitado tono cálido de Trump hacia una comunidad de inmigrantes que a menudo ha vilipendiado. Y López Obrador no ha quedado atrás. En vez de agravios hemos recibido de usted comprensión y respeto, ha alabado el líder mexicano a Trump.

Organizado para marcar la entrada en vigor el 1 de julio del nuevo tratado de libre comercio trilateral con Canadá que ha dado relevo al Nafta, y pese a la notable ausencia de Justin Trudeau, el encuentro, cuestionado a ambos lados de la frontera, ha permitido a los dos mandatarios poner el foco en un pacto que sobre el papel debe beneficiar a sus economías y que Trump califica de histórico, aunque el impacto en EEUU se estime limitado.

RELACIÓN BILATERAL

Ambos han podido darse así un respiro de la atención a sus cuestionadas gestiones ante la pandemia del coronavirus. Han dejado de lado temas espinosos y han aprovechado el encuentro en la Casa Blanca, y una cena posterior con empresarios, para retratar bajo un prisma optimista una relación bilateral que, en palabras de Trump, nunca ha sido tan estrecha. Hemos tenido una fantástica relación desde el primer momento. Y creo que quizá fue contra todo pronóstico, ha dicho Trump, que ha definido la relación personal como la de grandes amigos.

En la misma línea y no menos positiva ha sido la descripción de López Obrador, que también ha usado la palabra amigo para hablar de Trump . Algunos pensaban que nuestras diferencias ideológicas habrían de llevarnos de manera inevitable al enfrentamiento. Afortunadamente, ese mal augurio no se cumplió, ha dicho en un momento. En vez de distanciarnos estamos optando por marchar juntos, hacer a un lado las diferencias con diálogo y respeto mutuo, ha declarado también el mexicano. Hemos tenido desencuentros y hay agravios que todavía no se olvidan pero también hemos podido establecer acuerdos tácitos y explícitos de cooperación.

OTRAS REALIDADES

Las buenas palabras entre dos líderes que, como ha dicho Trump comparten el interés de poner nuestros países primero, esconden algunas realidades. La efectiva cooperación de México con Washington para frenar la llegada de inmigrantes a EEUU y limitar también el asilo llegó después de que Trump usara en marzo del año pasado la amenaza de cerrar totalmente la frontera y en mayo la de imponer aranceles al vecino del sur. La cooperación en lucha contra el tráfico de drogas también se intensificó después de que en noviembre amenazara con declarar a los narcotraficantes terroristas, lo que habría abierto la puerta a intervenciones militares en el país vecino.

Trump, que cuando lanzó su candidatura hace cinco años lanzó insultos xenófobos a los mexicanos con su infame frase traen drogas, traen crimen, son violadores, ha tenido un mensaje radicalmente distinto este miércoles, cuando ha definido a los cerca de 36 millones de mexicanos en EEUU de gente increíble, gente trabajadora. Y son palabras bienvenidas, pero con escaso eco en sus políticas o su agenda.

Esta misma semana se espera que el mandatario inicie otro asalto ejecutivo para intentar acabar con DACA, el programa de Barack Obama que alejó el fantasma de la deportación para cientos de miles de migrantes, muchos de ellos mexicanos, que llegaron a EEUU como niños sin papeles y que el Tribunal Supremo salvó por un tecnicismo el mes pasado. En campaña para la reelección, además, Trump ha vuelto a hacer de la mano de hierro con la inmigración una de sus armas electorales y en sus mítines y declaraciones vuelve a presumir de la construcción del muro en la frontera con México, ese que prometió que México pagaría (un asunto que, según la portavoz de la Casa Blanca, no ha salido en la reunión entre los dos líderes).