Un día después de que EEUU llamara a consultas a su embajadora en Siria, en un claro gesto de advertencia a este país tras el atentado que el lunes costó la vida al exprimer ministro libanés, Rafic Hariri, la respuesta de Damasco no se hizo esperar. El primer ministro sirio, Naji al Otari, viajó ayer a Teherán --en una visita que estaba programada de antemano-- y preconizó un "frente común" de ambos países para encarar las presiones de Washington.

"Este encuentro se produce en un momento muy importante y delicado. Siria e Irán se enfrentan a numerosos desafíos y es indispensable que presenten un frente común", aseguró Otari tras reunirse con el vicepresidente iraní, Mohamed Reza Aref. "Nuestros hermanos sirios afrontan amenazas específicas. Esperemos que puedan beneficiarse de nuestra experiencia. Estamos dispuestos a prestarles toda la ayuda que puedan necesitar", apuntó el dirigente iraní.

Irán es uno de los países que el presidente de EEUU, George Bush, incluyó en el eje del mal , pero Siria nunca mereció tal consideración. No obstante, el apoyo del régimen sirio a Hizbulá (la milicia shií libanesa, sostenida principalmente por Irán) y a algunas facciones radicales palestinas, así como su supuesto amparo de la insurgencia iraquí, propiciaron el enfrentamiento diplomático con EEUU. Washington adoptó sanciones contra Damasco el pasado mes de mayo.

AVISO DE LA CIA En lo que respecta a Teherán, el director de la CIA, Porter Goss, aseguró ayer ante la Comisión de Inteligencia del Senado de EEUU que Irán "continúa intentando construir misiles balísticos de largo alcance", y sigue siendo "un país que apoya el terrorismo".

En Beirut, el entierro del asesinado exprimer ministro congregó a, al menos, 150.000 personas en una inmensa manifestación de indignación colectiva. "Aquí, en esta marcha por Hariri, hay musulmanes y cristianos y, todos pedimos la independencia del Líbano. Queremos que se vayan los sirios de nuestro país", afirmó a este diario el carismático dirigente druso libanés, Walid Jumblat, mientras caminaba junto a la ambulancia que llevaba los restos del difunto. Jumblat, líder del Partido Socialista del Progreso, descartó convertirse en el sucesor de Hariri. "No soy el sucesor. Hoy es el día de la unidad nacional", afirmó.

La multitud que inundó ayer las calles de Beirut no dejó de lanzar proclamas y gritos contra el régimen de Damasco y exigir la retirada de las tropas de este país (unos 14.000 hombres), y la dimisión del actual presidente prosirio, Emile Lahud, que ha prolongado su mandato gracias a una polémica reforma de la Constitución. El asesinato de Hariri ha levantado los fantasmas del pasado y el temor a un nuevo estallido de violencia.

"UN GRAN PADRE" La residencia de Hariri, en el barrio musulmán de Koreitén, abrió ayer las puertas para que todo libanés que quisiera entrara a dar el pésame a la familia. Así lo hicieron miles de personas anónimas y dirigentes del país y del extranjero, entre ellos el presidente francés, Jacques Chirac, o el ministro de Exteriores de Arabia Saudí, Saud Faisal. Chirac dijo que Hariri había sido "un gran padre para el Líbano" y que representaba el ideal de "paz, libertad e independencia", al tiempo que calificó de "crimen abominable" el asesinato. El duelo durará hasta el viernes.