Hasta hace un año, los vendedores ambulantes de frutas y verduras que pretendían comerciar con sus productos en el transitado barrio kabulí de Palebaghe Omozy debían entregar cada día la suma de 10 afganis a los agentes de la policía que por allí patrullaban. Después, las autoridades locales prohibieron dicho comercio durante el día en esa zona, pero lo permitieron tras la puesta de sol.

Las nuevas regulaciones no han impedido que Ashmat se vea obligado a entregar 50 afganis en cada uno de los tres puestos de control policial que existen antes de llegar con su carromato para poder ofertar sus apetitosos melones. "El Gobierno debería hacer algo por nosotros y, sobre todo, sacarnos de encima a esta policía", sostiene.

Una experiencia similar, aunque a mayor escala, la vive Abdul Zahid, de 23 años, cada vez que viaja con su vehículo hasta la localidad de Mazar-i-Sharif, cerca de la frontera con Uzbekistán, para revender productos adquiridos en Kabul. En cada control policial --y desde la capital hasta la cuarta ciudad en importancia de Afganistán puede haber una veintena-- debe entregar la suma de 100 afganis para que los agentes le permitan seguir adelante y ganarse la vida. "No podemos hacer nada; son ellos los que tienen la fuerza", se resigna Abdul Zahid.

Dinero por limpieza

En Flower Street, una calle comercial de Kabul no lejos de la celebérrima Chicken Street, los pagos bajo mano también están a la orden del día. Aunque el ayuntamiento tiene la obligación de mantener limpias las calles y las acequias, los comerciantes deben liquidar a la semana 20 afganis cada uno para que las autoridades municipales cumplan con sus obligaciones. "¡Dios nos libre de tener que tratar con el Gobierno", exclama un acaudalado peletero de la zona que, asegura, no paga sobornos para facilitar el funcionamiento de sus negocios.

La obtención de documentos también puede verse impulsada por sobornos. En Afganistán, un pasaporte puede tardar hasta tres meses en ser expedido. Pero si un afgano sigue el ejemplo de Mansoor --y paga 150 dólares-- lo puede obtener en 24 horas.

Puede que el Afganistán del siglo XXI no sea aquel Estado que intentaba revivir el califato de los primeros tiempos del islam, donde se organizaban ejecuciones y castigos corporales públicos y ejemplares. Pero el país es, hoy por hoy, el reino de la arbitrariedad, con funcionarios mal pagados que completan su sueldo abusando de su cargo y extorsionando a la población.

"Cobramos 6.000 afganis al mes; si se tiene en cuenta que por una casa debemos pagar 4.000 afganis, puede imaginarse cómo vivimos", subraya un policía que no revela su nombre y niega que reciba sobornos.

La razón de que la corrupción policial esté tan extendida radica "en los bajos salarios, en el nombramiento de personas inadecuadas para ciertos cargos, pero, sobre todo, en la percepción de impunidad", sostiene un periodista local. "Los policías saben que, aunque exijan sobornos, nadie les acusará".