Una matanza de civiles cometida por soldados estadounidenses en Irak amenaza con estallar en las manos del presidente de EEUU, George Bush, enfrascado en una campaña mediática para contrarrestar las críticas a su aventura bélica en el país árabe. Un reportaje bien documentado aparecido ayer en el semanario estadounidense Time señala a un grupo de marines como autores del asesinato a sangre fría de 15 civiles iraquís, entre ellos siete mujeres y tres niños, la mañana del pasado 19 de noviembre en la ciudad de Haditha, al oeste de la capital, Bagdad.

Tras una minuciosa investigación periodística, la revista obtuvo indicios de la implicación de los militares en la masacre, que tuvo lugar minutos después de que una mina de carretera estallara junto a un convoy militar y matara a un marine. Como represalia, los soldados irrumpieron en una casa y abatieron a tiros a siete miembros de una familia. Los únicos supervivientes fueron la niña Eman Waleed, de 9 años, y su hermano, de 8.

La revista reproduce el escalofriante relato de la pequeña, que explica cómo los soldados mataron a su padre y a sus abuelos de un tiro en la cabeza. Ella y su hermano, que resultaron heridos, se salvaron porque el resto de integrantes de la familia los protegieron con sus cuerpos. Después, los militares lanzaron una granada y dispararon contra otra casa desde la que presuntamente alguien se disponía a dispararles. En esa vivienda murieron 8 civiles más, entre ellos un niño de sólo 2 años de edad.

El comunicado que hizo público entonces el Ejército de EEUU atribuyó las muertes a la explosión de la mina y dio cuenta de la muerte de ocho rebeldes. La revista denunció los hechos en enero al mando de EEUU en Bagdad, que abrió una investigación en la que recogió los testimonios de 28 personas, entre familiares de las víctimas, marines y médicos de la zona. La investigación confirmó que los civiles fueron víctimas de los marines.

En el tercer aniversario de la invasión, Bush tuvo que aguantar una nueva arremetida de la oposición demócrata, que le conminó a participar en la formación de un Gobierno de unidad nacional en Irak que evite una guerra civil. Pero Bush sigue firme con su estrategia. Ayer admitió que "la situación es tensa", pero exhibió el éxito en la ofensiva para arrebatar la ciudad de Tal Afar a los insurgentes, el año pasado, como prueba de que la política de EEUU funciona.

Otra acreditada opinión sobre el conflicto iraquí llegó ayer de boca del embajador español en Bagdad, Ignacio Rupérez, que aseguró a la cadena SER que la guerra "no ha acabado. Es una guerra distinta, irregular, asimétrica, de guerrillas, llámese como se llame".