Cuando estuve allí hace 35 años, en época del temible dictador Papa Doc Duvalier, parecía que el país no podía ir peor. Sus sucesores, incluido el exclérigo corrupto Jean- Bertrand Aristide, han batido el récord. Haití es un país paupérrimo, rico sólo en nativos sin nada que perder. Aherrojado por los sortilegios del vudú, tiene menos suerte que Irak. Porque, si hay un país que agradecería una intervención exterior para resucitarlo, sería Haití.

Sin embargo, como en vez de petróleo sólo posee miseria, Haití continuará desangrándose, día a día, dictador a dictador.

*Periodista.