Maisa, 4 meses. Malak, 2 años. Mohamed, 8 años. Ahmed, 9 años. Saad, 10 años. Mahmud, 11 años. Mohamed, 15 años. Mahdi, 16 años. Fatma, 17 años. Arafat, 18 años. Sameer, 25 años. Mohamed Ramadan, 28 años. Manal, 29 años. Sana, 30 años. Nihad, 34 años. Sabah, 38 años. Niama, 55 años. Masud, 50 años. Fatema, 70 años.

Llorando, moviéndose convulsivamente, Elham, de 20 años, recita la lista de sus 19 muertos. Todos tienen el mismo apellido, Al Athmana, y todos pertenecen a la misma familia, típicamente palestina. Vivían en tres de las casas afectadas por el bombardeo israelí en la calle Gaza de Beit Janún, el símbolo más reciente de la tragedia que lleva ocurriendo desde hace semanas, meses y años en la franja.

A pie, en esa calle, es difícil discernir cuántas casas fueron bombardeadas ayer. Unos testigos dicen que fueron tres, y los agujeros de los obuses dan fe de ello. Otros vecinos afirman que fueron cinco, pero no es fácil separar los daños del bombardeo más reciente de los estragos que una semana entera de operaciones militares israelís dejaron en Beit Janún, una ciudad destruida física y moralmente. Son visibles hasta ocho cráteres.

Charcos de sangre

También son muy visibles, y recientes, los charcos de sangre en el escaso asfalto, esos charcos en los que uno de los padres que perdió ayer a una hija chapoteaba para mancharse la cara de rojo mientras gritaba: "¡Mi hija, mi hija!".

Unas 50 personas dormían en la casa cuando empezó el bombardeo. Los que no eran ni demasiado niños ni demasiado ancianos salieron a la calle. Poco después, un obús impactó en el tejado. Los niños dormían en la última planta y recibieron el impacto. "Los israelís lo sabían. En una semana, registraron la casa en dos ocasiones. El lunes vinieron con un mapa y se quedaron cinco horas. Sabían que los que vivíamos aquí somos civiles", dice Elham.

"¿Sabe lo que nos dijeron los soldados? Que si queremos que se vayan debemos impedir que los milicianos disparen Qasam. Yo les dije que si ellos no pueden, cómo vamos a poder nosotros", explica Elham. Los vecinos admiten que desde un campo cercano a veces se han disparado Qasam, pero a una distancia de un kilómetro de las casas. Da igual. El bombardeo de ayer no es comparable a los efectos de los Qasam. "¿Qué culpa tienen los niños? ¿Son terroristas?" pregunta Elham.