Soñar no cuesta nada es la película del director Rodrigo Triana que, en base a hechos y testimonios reales, cuenta la historia del millonario hallazgo de la llamada "guaca" (botín) de las FARC por 147 militares colombianos que realizaban una inspección en el municipio de Coreguaje, en la selva del Caguán, a unos 280 kilómetros al sur de Bogotá, pero el título de la cinta se contradice con la realidad.

Soñar sí tiene un precio y está costando cárcel, persecución y miedo a los 3 oficiales, 15 suboficiales y 129 soldados del Ejército colombiano que, en la vida real, ganaron el premio mayor de una inesperada lotería al encontrar al menos 20 millones de dólares (15,8 millones de euros) --en billetes de 100 dólares y de 50.000 pesos colombianos-- enterrados en ocho cubos en la selva. No lo denunciaron, se los repartieron, fueron descubiertos y, hoy, afrontan penas de entre 4 y 14 años de cárcel por el delito de apropiación.

Cuestión de ética

Las autoridades aseguran que el dinero pertenecía a la guerrilla de las FARC, que provenía de dividendos del tráfico de drogas, secuestros y extorsiones, y que el problema estuvo en que se quedó, sin mayores cuestionamientos éticos o morales, en las manos de la unidad de élite de contraguerrilla que lo descubrió y que tenía como misión combatir ese tipo de delitos.

Los militares arrestados fueron apartados de sus cargos y sometidos a un proceso de investigación que duró tres años. Concluida esa etapa, se inició el mayor consejo de guerra de la historia de Colombia el pasado 12 de junio. Solo 51 de los 147 acusados están presentes y se calcula que el juicio durará unos dos meses, según Carlos Humberto Cetina, uno de los abogados defensores. Los 96 militares restantes están en busca y captura y serán juzgados en ausencia por el mismo delito que sus compañeros.

Aunque parece que los ausentes están decididos a proseguir con su sueño de ser ricos, porque tres años y dos meses después de lo sucedido no se han entregado ni han devuelto la casi totalidad del dinero del hallazgo, el miedo podría ser la causa principal de su comportamiento. Guillermo Ortiz, uno de los abogados defensores, asegura haber oído que "a varios de los soldados ausentes los mataron" y que "muchos familiares fueron engañados o presionados por falsos investigadores que querían el dinero".

Hasta el inicio del consejo de guerra se habían recuperado 650.000 dólares de los 20 millones encontrados el 18 de abril del 2003, un Viernes Santo, cuando, como en la película de Triana, comenzó la acción al resonar en medio de la selva del Caguán el grito de un soldado: "¡ Jueputa , somos ricos!"

Como en la película, los militares entraron en un delirio eufórico pero comenzaron a desesperarse cuando se dieron cuenta de que estaban aislados, pues la guerrilla había dinamitado el único puente que los comunicaba. Además, empezaron a vivir una situación surrealista: no tenían agua, comida, ni papel higiénico, pero dormían sobre morrales repletos de dólares. Uno de los soldados dijo que pensó en utilizar los billetes como papel higiénico pero que no lo hizo porque dudó de si utilizar los dólares o los pesos colombianos.

Entonces, llegar vivos y con el dinero a la civilización se convirtió en uno de sus principales retos. El hallazgo cambió la vida de todos ellos para siempre y alentó sus sueños. Para unos, los de poder, respeto y prestigio. Para otros, la posibilidad real de sacar de la miseria a sus familias. Vencieron muchos obstáculos pero, al llegar, les enloqueció el dinero: empezaron a comprar casas y coches carísimos, ropa de marca, y a gastar en bares, cantinas y prostíbulos. Un número significativo abandonó el Ejército sin mayor explicación y los que se quedaron no pararon de gastar. Por eso fueron denunciados por sus compañeros, cuentan los periodistas Eccehomo Cetina y Diego Fajardo en su libro La guaca: la verdadera historia de la caleta .

"Tragicomedia"

Juristas como la defensora de oficio Jacqueline Parra afirman que el delito de robo no existió pues el dinero "no es de la nación, no pertenece legalmente a nadie y, en consecuencia, no existe el hurto". El director Rodrigo Triana califica lo sucedido como "una tragicomedia alucinante" y dice que le apasionó porque no buscó con su película "hacer un juicio sobre el bien y el mal, sino plasmar los sentimientos más elementales del ser humano en una sociedad como la colombiana".

Sin embargo, muchos creen que la realidad superó esta vez a la ficción y pocos saben si actuarían de forma distinta. La arquitecta Jenny Osorio admite: "No sé si haría lo mismo, pero creo que el dinero pertenece a los soldados, no solo porque se lo encontraron sino porque ellos arriesgan sus vidas por solo 600.000 pesos al mes menos de 300 euros. El dinero es más que merecido".