Jerusalén salió ayer a votar en las municipales como si estuviera ante otra de esas encrucijadas existenciales tan invocadas por los políticos israelís. ¿Quedará la ciudad otros cinco años en manos de los ultraortodoxos judíos, abogados de la ley divina, o de un político sionista, apegado a las leyes terrenales? A falta de los resultados definitivos, que se conocerán hoy, las encuestas al cierre de las urnas deban como ganador por ocho puntos al candidato laico, el empresario Nir Barkat, sobre el religioso, Meir Porush. Si se cumplen los sondeos, con el 42% del voto, no haría falta una segunda vuelta.

En Jerusalén, estas municipales tienen un rasgo peculiar. Ninguno de los principales partidos ha presentado candidato. Dan por perdida la ciudad. Debido a esta espantada, no hay candidatos de izquierdas, salvo el del Partido de la Marihuana, Dan Biron, un exdirector de televisión.

Este vacío --reflejo del auge del conservadurismo y de la migración a Tel-Aviv de los sectores liberales-- ha alienado a muchos electores. "Es inconcebible que vayamos como ovejas al matadero a votar por Barkat solo por el odio hacia los ultraortodoxos", opinó ayer el periodista Haim Baram tras recomendar el voto en blanco. Y es que Barkat, empresario de las nuevas tecnologías, joven y rico, no ha logrado convencer a esa "izquierda liberal e ilustrada" invocada por Baram. Su alineamiento con Avigdor Lieberman, el líder del partido ruso con tintes racistas de Israel Nuestro Hogar, y su promesa de construir nuevas colonias judías ha provocado que incluso Haaretz , el diario más liberal, le dedicara un editorial titulado "Vota ´no a Barkat".

En contra del joven emprendedor, que promete inversiones y puestos de trabajo, juega la movilización en masa de los ultraortodoxos. Los haredim quieren seguir otros cinco años al frente del poder, esta vez de la mano de Meir Porush, diputado askenazí del partido Judaísmo Unido por la Torá.