El partido en el poder en Argentina perdió ayer su mayoría parlamentaria pero, aun así, podía respirar. Las primeras encuestas a pie de urna señalaban que el kirchnerismo ganaba por escaso margen en la provincia de Buenos Aires --entre dos y cuatro puntos de ventaja--. De confirmarse estos datos, la herida abierta al kirchnerismo no sería tan letal. La oposición, por su lado, no reconoció esas cifras. Dijo que esperará el recuento oficial de todos los votos para aceptar un veredicto que veía dudoso.

Unos 28 millones de argentinos fueron ayer a las urnas para renovar un tercio del Parlamento. Claro que, detrás del tinglado electoral, se escondía otro escenario más dramático. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su marido, el expresidente Néstor Kirchner, apostaron a todo o nada. "Estamos eligiendo entre dos modelos", dijo ayer la jefa del Estado.

Buenos Aires concentra el 38% del censo electoral. Allí se presentó Néstor Kirchner como candidato a diputado. Se midió al magnate de origen colombiano y cabeza de la facción disidente del peronismo, Francisco de Narváez, al que llaman el colorado . Horas antes de iniciarse los comicios, el colorado dijo que, si perdía, era porque se habían hecho trampas, algo que, según los analistas, es casi imposible.

Para las fuerzas conservadoras, el ciclo de los Kirchner se ha cumplido. Lo que resta saber es cuántos senadores y diputados perderá. El Gobierno se verá obligado a buscar consensos con grupos menores. Pero "negociar", como escribió el diario Clarín , es "un verbo político que Kirchner no sabe conjugar".

"Kirchner no es de izquierda. Ha ampliado el modelo menemista". La sentencia es de Fernando Solanas, el laureado director de cine que, al frente del Proyecto Sur, se convirtió ayer en una de las revelaciones de estos comicios. Solanas ha sido segundo en Buenos Aires, según los sondeos, detrás de la derecha de Gabriela Michetti.