Irak vivió ayer su jornada de protestas más sangrienta desde que el pasado 1 de octubre empezara una ola de manifestaciones diarias que ha conseguido paralizar el país y poner en jaque a un Gobierno muy debilitado y con una crisis de legitimidad enorme. Solo ayer murieron 34 manifestantes, 30 en Nasiriya y 4 en Bagdad. Todos fallecieron a causa de la violencia policial, según fuentes médicas. Para dispersar a los manifestantes, los agentes usan munición real desde que empezaron las protestas.

En total, los muertos desde el 1 de octubre son casi 350. La cosa, sin embargo, puede ir a peor: muchos analistas prevén un recrudecimiento de la represión policial ante las protestas a partir, sobre todo, del asedio y posterior quema del consulado iraní en la ciudad iraquí de Nayaf, una de las localidades más santas y de peregrinaje para todos los musulmanes chiís del mundo. Es aquí, de hecho, donde vive el ayatolá iraquí, Alí al Sistani.

El asedio al consulado iraní ocurrió en la madrugada del miércoles al jueves. «El Gobierno iraquí es el responsable de la seguridad de las misiones y los diplomáticos en Irak. Teherán condena enérgicamente el ataque y demanda del Gobierno iraquí una respuesta firme a los agresores», manifestó ayer el portavoz del Ejevutivo de Irán, Abbas Mousavi, que explicó que ningún trabajador del recinto resultó herido. Bagdad condenó también el ataque.

Y después empezó la contraofensiva. Al recrudecimiento de las actuaciones policiales, el Gobierno iraquí le ha sumado el anuncio de la creación de varios consejos militares en las ciudades del país, a los que ha denominado «células de crisis». Estos consejos, a partir de ya mismo, tomarán el control de los servicios de seguridad y militares de las distintas provincias iraquís.

Hay más: las Fuerzas de Movilización Popular (FMP), una organización paramilitar chií cercana al Gobierno iraquí y a Irán, aseguraron ayer que si los manifestantes siguen amenazando la ciudad santa de Nayaf, la violencia se intensificará. «Le cortaremos las manos a cualquiera que intente acercarse a Sistani», expuso sin ambages Abu Mahdi al Muhandis, uno de los comandantes de las FMP, en alusión al ayatolá iraquí. Esta ola de manifestaciones, además de clamar contra la influencia que ejerce Irán sobre Irak, también pide el cambio a un sistema de gobierno menos sectario y más democrático en Bagdad. Las protestas por unos servicios públicos que no funcionan y una corrupción sistémica, han acabado por sacudir los cimientos de un sistema, el político iraquí, que se impuso con calzador tras la invasión estadounidense del 2003.