El presidente de Sudán, Omar al Bachir, procesado por el Tribunal Penal Internacional (TPI) por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad en la región de Darfur, fue proclamado ayer vencedor, con el 68,24% de los votos, de las elecciones presidenciales celebradas entre el 11 y el 15 de abril.

Era una victoria cantada de antemano, después de que las únicas fuerzas opositoras que podían hacerle sombra optaran por retirarse y boicotear los comicios, alegando irregularidades en el proceso electoral. Los observadores internacionales estimaron que el desarrollo no se ajustaba a las "normas internacionales". Human Rights Watch denunció que la represión política y las violaciones de los derechos humanos marcaron todo el proceso. Todo esto dañó la credibilidad de los comicios, los primeros multipartidistas que se celebran en 24 años. Bachir llegó al poder por un golpe de Estado en 1989. La convocatoria de elecciones era parte del acuerdo de paz firmado en el 2005, que puso fin a 21 años de guerra civil entre el norte del país, de mayoría musulmana, y el sur, donde la mayoría de la población es cristiana o mantiene creencias tradicionales africanas.

La comunidad internacional parece más preocupada por lo que pueda ocurrir de ahora en adelante que por el desenlace electoral. En Bruselas, los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea se declararon preocupados por las irregularidades, pero pidieron a todos los partidos que "respeten plenamente" el acuerdo de paz, se esfuercen por establecer una amplia base política para poder aplicarlo y se abstengan de presentar cualquier iniciativa unilateral desestabilizadora.

La Unión Africana, por su parte, se felicitó del desarrollo "pacífico" de las elecciones. "Esperamos que los sudaneses mostrarán la sabiduría que les permita avanzar en la transformación democrática del país", añadió un portavoz.