De nada sirvió el sacrificio de la asesinada ministra sueca de Exteriores, Anna Lindh, acérrima partidaria del al euro, para frenar el euroescepticismo de su país y las dudas ante el hecho de tener que integrarse más en la UE. Los ciudadanos suecos dieron ayer un no rotundo a la moneda única, mucho más rotundo de lo que aventuraban las encuestas de opinión antes del magnicidio.

Con el 98% de los votos escrutados, el no obtuvo el 56,1% frente a un 41,8% del y un 2,1% de sufragios en blanco. Un resultado inapelable, refrendado, además por una elevada movilización del electorado: pasó por las urnas el 81,2% de los más de siete millones de votantes, una participación récord.

EXCLUIDA LA DIMISION

El primer ministro, el socialdemócrata, Göran Persson, compareció muy tenso ante la prensa para reconocer la derrota: "El resultado es claro, muy claro". El primer ministro, que excluyó presentar la dimisión pese a las dimensiones del fracaso, atribuyó el resultado adverso a la difícil situación económica que atraviesan varios países europeos. Persson, compañero de partido y amigo personal de la ministra asesinada, advirtió de que "habrá menos oportunidades para Suecia".

De los resultados se desprende que los suecos no se dejaron atemorizar por las consecuencias económicas que les puede acarrear la decisión, ni tampoco se dejaron llevar por el sentimiento de solidaridad por el asesinato de la ministra. Suecia rechazó de plano, por amplia mayoría, la adopción de la moneda única europea y su entrada en la zona euro. Con una diferencia de más de 14 puntos, ni el más de medio millón de votos por correo que todavía no ha llegado a su destino podría cambiar el resultado del referendo de ayer domingo.

Después de una dura campaña entre los partidarios de uno y otro bando, Suecia vivió ayer una intensa jornada de suspense para tomar una decisión sobre el mayor dilema político de su historia: elegir entre la corona y el euro. El referendo creó tal división y dudas entre los suecos que se hablaba de las "dos Suecias". Y todo ello, a la sombra del duelo y conmoción por la violenta muerte de la ministra de Exteriores, defensora de la integración de Suecia en la Unión Económica y Monetaria. Su muerte creó por unos días el espejismo de que el sí, defendido por las grandes formaciones políticas, podía ganar después de meses en que un no persistente se llevaba el gato al agua por muchos puntos de diferencia.

VOTO DE PROTESTA

El no ampliamente victorioso ratifica las teorías de los analistas de que los suecos apoyaron esa opción como un voto de protesta hacia la clase política. Muchos suecos vieron en la consulta una oportunidad para dar a los políticos un "escarmiento" por sus decisiones en contra de la voluntad de los electores.

Sea como fuere, los suecos han optado por quedarse con su moneda a pesar de las amenazas de las grandes industrias suecas de irse del país. Tanto la multinacional de telecomunicaciones Ericsson como el fabricante de automóviles Volvo anunciaron que se llevarían sus cuarteles generales al extranjero si los suecos no adoptaban el euro. Pero la amenaza económica no sirvió para convencer a los nórdicos.

El no de Suecia repercutirá también más allá de las fronteras. En el proyecto de construcción europea y, en concreto, en las decisiones que puedan tomar Dinamarca y Gran Bretaña, también fuera de la zona euro.