El lunes, en un acto en un templo judío de Mullholand Drive de la candidata republicana al Senado de California, la exdirectiva de Hewlett Packard Carly Fiorina, entre los asistentes había un grupo de 17 personas unidas por una camiseta con mensaje que rezaba: "Estoy apuntando con mi voto. Nos vemos en las urnas".

Alice Khosravy, una mujer de mediana edad, miembro de un grupo llamado Tea Party Patriots, era una de las que la lucía. Y, como las decenas de miles de personas que en todo EEUU se han asociado a movimientos conservadores agrupados bajo el paraguas del nombre y la filosofía del Tea Party, se declaraba de este modo lista para disparar al corazón de Washington.

En el caso de California, uno de los bastiones demócratas de Estados Unidos, el Tea Party no tiene un candidato formal al Congreso o la gobernaduría, pero Fiorina cumple para los seguidores del movimiento los tres requisitos que buscan en un político: la apuesta por el libre mercado y la desregulación, la limitación del poder del Gobierno y la "responsabilidad fiscal". En muchos otros estados, sin embargo, sí que hay candidatos directamente vinculados al Tea Party y las encuestas demuestran que muchos (33 de los 129 que aspiran a la Cámara baja y ocho en el Senado) tienen serias posibilidades de llegar a plantar su pica en el Capitolio.

AGENDA CONSERVADORA Con ellos llegará a Washington una agenda extremadamente conservadora, en lo social y en lo económico: impulsar recortes significativos de impuestos (y hacer permanentes los de George Bush para las rentas más altas), anular las reformas del presidente Obama en los sistemas sanitario y financiero y reducir gradualmente la seguridad social y la Medicare (la cobertura sanitaria pública para los mayores).

Algunos de los candidatos tienen propuestas todavía más radicales: desde acabar con la Hacienda estadounidense, hasta cerrar departamentos como Educación, Agricultura y Vivienda, y organismos como la Agencia de Protección Ambiental.

Es la interpretación más rígida de la Constitución lo que unifica a los candidatos del Tea Party (por más que Christine O´Donnell, la candidata al Senado en Delaware, tuviera un sonrojante patinazo en el que quedó claro que no conoce el texto). Y es un punto de unión necesario para un movimiento que, a pesar de contar con reconocidos padrinos como Sarah Palin y el presentador de la cadena Fox Glenn Beck, es acéfalo.

"Somos individuos, cada uno tiene su preferencias, pero nadie habla por el Tea Party", explicaba el pasado lunes Khosravy, la activista californiana. "No tenemos un líder porque no lo necesitamos, todos vamos en la misma dirección".

APOYOS CON DINERO Lo que sí tiene el Tea Party es acaudalados apoyos. Ahí está por ejemplo Rupert Murdoch, el magnate que posee la Fox y The Wall Street Journal . Y, ante todo, están los hermanos David y Charles Koch, dueños de una fortuna de 12.500 millones de euros construida sobre el petróleo, que han encontrado en el Tea Party una forma de convertir su agenda conservadora en un auténtico movimiento de masas.

Incluso antes de que se celebren las elecciones, ese movimiento ya ha ganado, logrando en el Partido Republicano un peso que nadie podía sospechar hace tan solo dos años. Y dos de sus posibles candidatos presidenciales para los comicios del 2012, el exgobernador de Massachusetts Mitt Romney y el expresidente de la Cámara baja Newt Gingrich, han empezado ya a tomar las dos direcciones que se auguran: mantenerse en un conservadurismo más moderado o girar todavía más hacia la derecha.