«¡Hu, ha, aquí viene el nuevo alcalde de Tel-Aviv!», gritan simpatizantes del partido Meretz (sionista de izquierdas) mientras recorren el Boulevard Rotschild de la ciudad junto a su candidato a la alcaldía, Nitzan Horowitz, el primer hombre que se presenta a unas elecciones en Oriente Próximo diciendo que es gay. Horowitz, de 48 años y que responde al perfil de urbanita secular moderno que vende Tel-Aviv, espera destronar hoy en los comicios municipales de Israel al laborista Ron Huldai, alcalde desde hace 15 años.

«Quiero abrir esta gran ciudad a todo el mundo, no solo a los ricos. Tenemos que bajar el precio de la vivienda, mejorar el transporte público, crear más escuelas y conseguir una ciudad más tolerante. Espero que el hecho de ser el primer candidato abiertamente gay contribuya a acabar con la discriminación», explica Horowitz a este diario.

El candidato de Meretz confía en movilizar a la clase media que teme verse obligada a abandonar Tel-Aviv por lo cara que resulta. También espera atraer el voto de la mayoría de la comunidad de gais y lesbianas de la ciudad, símbolo de apertura en una región donde la homosexualidad está mal vista y en algunos países, perseguida.

Movilización necesaria

Horowitz camina por la misma avenida en la que hace dos años acampaban los indignados israelís, arropado por sus compañeros de lista-tras él hay cuatro mujeres, entre ellas una de origen etíope y otra lesbiana- que reparten folletos a los que disfrutan de un octubre veraniego en las terrazas de una zona chic que contrasta con el sur de la ciudad, abarrotado de inmigrantes. Horowitz no se detiene para convencer a nadie, aunque necesita movilizar al electorado para ganar.

En Jerusalén, la franja de centro-izquierda que domina Tel-Aviv es residual y la lucha de las municipales está entre candidatos de derecha y extrema derecha, seculares y religiosos moderados contra religiosos más conservadores y ultraortodoxos. El actual alcalde, Nir Barakat, confía en poder aguantar el pulso de su rival Moshe Lion, que encabeza la lista de Likud-Beitenu, los partidos que lideran la coalición del Gobierno israelí.

Lion ha conseguido el apoyo de los ultraortodoxos, que representan el 25% de la población de la Ciudad Santa, un sector que vota religiosamente el día de las elecciones. Los menos devotos y los seculares que temen que la apatía generalizada les haga perder la alcaldía, se han unido en una campaña para movilizar el voto. Son una treintena de entidades que no apoyan a ningún candidato y animan a los ciudadanos a acudir a las urnas, según explica el rabino Uri Ayalon, uno de los que más ha luchado en la ciudad contra la exclusión de las mujeres.

Algunas mujeres religiosas que se han presentado a las elecciones han recibido amenazas. Una de ellas, Racheli Ibenboim, acabó retirándose por miedo. En cambio, otra religiosa del partido Ometz Lev, ha aguantado la presión y espera sentarse entre los concejales, según relata la líder de la formación, Naomi Tsur. «Las mujeres somos el 50% de la ciudad, así que la mitad de sus líderes y gestores debería de ser mujeres. Decidimos crear una lista liderada por mujeres para gestionar los problemas de la ciudad, que ha de estar más limpia, ha de ser más verde y más tolerante». Ometz Lev reserva en su lista cuotas para hombres, los puestos 5 y 10.

Tsur lamenta que los palestinos de Jerusalén no voten. «Si lo hicieran, podrían tener la alcaldía, son el 35% de la población». Pero los palestinos no votan porque «alegan que sería reconocer la unidad de la ciudad, cuya parte este está ocupada por Israel desde 1967», indica el analista Wadie Abu Nassar.