La tempestad que asoló Río de Janeiro amenaza también con ser una tormenta política. Por eso, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva pidió a sus adversarios que no buscaran rédito político de un episodio que enluta al país. Para el mandatario, los brasileños deben aprender la lección de estas lluvias. "Pienso que, a partir de ahora, aumentará el nivel de conciencia de los dirigentes. No se puede permitir que los más pobres construyan sus casas en las laderas porque, cuando ocurre una desgracia, no aparece el responsable que permitió que esas personas se instalaran allí", señaló el presidente.

Lo que parece quedar claro para casi todos a estas alturas es que la tragedia carioca excede las explicaciones medioambientales. Según el semanario Epoca, las intensas lluvias y vientos no tienen la culpa de que el Estado carezca de una política preventiva eficiente. El dinero federal existente para la prevención de los desastres naturales no solo se destina de manera irracional, sino que está muchas veces sujeto a los intereses electorales.

En los dos últimos años, el estado de Bahía se llevó el 65% de esa partida presupuestaria sin que existieran fundamentos técnicos que lo justificaran. La razón era otra. El ministro de Integración nacional, Geddel Vieira Lima, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), aliado de Lula, dejó su cargo para presentarse como candidato a gobernador de Bahía.