La aprobación de la ley que regirá las elecciones iraquís del próximo marzo ha abierto la puerta a la solución del problema de Kirkuk, una ciudad petrolera a 250 kilómetros al norte de Bagdad que se disputan el Gobierno Regional del Kurdistán (GRK) y el Gobierno central iraquí. Kirkuk participará por primera vez en unas elecciones legislativas tras la deposición de Sadam Husein, ya que fue excluida de los comicios de 2005 debido al conflicto entre kurdos, árabes y turcomanos.

Los enfrentamientos interétnicos y los atentados continúan, aunque con menor frecuencia e intensidad que hace dos años, por lo que es considerado, junto a Bagdad y Mosul, uno de los puntos calientes de Irak.

Los peshmerga y otras fuerzas de seguridad kurdas controlan de facto la ciudad desde su toma en el 2003 --a pesar de que oficialmente no forma parte del Kurdistán iraquí--. Los kurdos alegan que la anexión de Kirkuk, que consideran su capital histórica, sería un acto de justicia tras décadas de represión por parte del régimen de Sadam. Pero a nadie se le escapa que el interés es más profano: se estima que el subsuelo de Kirkuk alberga 10.000 barriles de crudo y el GRK ha firmado ya acuerdos de extracción con compañías extranjeras, lo que según Bagdad viola la Carta Magna, que estipula que "el petróleo de Irak es de todos los iraquís". La retirada de EEUU podría precipitar un enfrentamiento militar kurdo-árabe en torno a Kirkuk si no se logra antes un acuerdo sobre la ciudad.