Italia celebra hoy la fiesta nacional de la Resistencia, el aniversario de la liberación de Italia del fascismo por parte de los aliados. Pero el Gobierno no parece estar para celebraciones y cada vez son más evidentes las diferencias entre los dos socios de Gobierno, el antisistema Movimiento 5 Estrellas (M5S), de Luigi Di Maio, y la ultraderechista Liga, de Matteo Salvini. No es casual que la mayoría de los analistas italianos, la patronal, los sindicatos y los partidos de la oposición den ya por terminado el noviazgo, aunque se mantengan unidos hasta las europeas, cuando se medirá la fuerza de cada una de ellas. Los sondeos apuestan por la Liga.

La tensión entre las dos fuerzas políticas quedó de manifiesto ayer durante el Consejo de Ministros que aprobó el decreto del crecimiento, que insta a introducir exenciones fiscales e incentivos a la inversión y procedimientos simplificados para las adjudicaciones de contratos públicos. A la cita no acudieron todos los ministros y Di Maio lo hizo con una hora de retraso. El líder del M5S, que ostenta una de las vicepresidencias, junto a Salvini, y que dirige la cartera de Desarrollo Económico, pide la dimisión de un hombre de confianza de Salvini.

Se trata de Armando Siri, subsecretario del Ministerio de Transporte y asesor económico del líder de la Liga, que está siendo investigado por haber cobrado supuestamente un soborno por una concesión eólica a un hombre vinculado a la Cosa Nostra. Salvini se niega a destituirlo.

Mientras, grupos de ultraderecha italianos y del resto de Europa, entre ellos de España, se han paseado por las calles y plazas de Italia celebrando el nacimiento de Hitler, negando el Holocausto y aplaudiendo las políticas xenófobas de la Liga contra los inmigrantes, además de atacar a homosexuales y minorías de cualquier tipo. Ningún cargo institucional ha comentado las manifestaciones, a pesar de que una ley de 1993 condena a tres años de prisión a todos aquellos que difundan ideas supremacistas y de odio.