El Gobierno de Timor Oriental se enfrentó ayer a una violenta jornada de disturbios y manifestaciones en la capital, Dili, la peor desde que le pequeño país oriental consiguió la independencia el pasado 20 de mayo. Los hechos trajeron a la memoria de los ciudadanos las matanzas de 1999. Entre dos y cinco personas resultaron muertas, según las fuentes, y se registraron 300 heridos. La ONU se vio obligada a desplegar sus tropas para hacer respetar el estado de emergencia y el toque de queda.

Centenares de manifestantes que en teoría reclamaban la liberación de un estudiante detenido, reaccionaron con furia tras la muerte de uno de ellos y saquearon tiendas y almacenes y quemaron un hotel, la mezquita de la ciudad y la residencia del primer ministro, Mari Alkatiri. Los manifestantes apedrearon además las sedes del Parlamento y del Gobierno y vehículos de la policía y de la ONU. El Gobierno asegura que el estudiante detenido es un delincuente común.

ELEMENTOS OCULTOS

El presidente de Timor Oriental, Xanana Gusmao, trató en vano de interponerse y de dialogar con los manifestantes en medio de gases lacrimógenos y de pedradas. Cuando la calma volvió a la Dili, Gusmao se mostró convencido de que tras la revuelta "hay elementos ocultos" que no son los estudiantes que provocaron la protesta."Hay otros motivos detrás de esto. Probablemente haya gente que ha manipulado a los más jóvenes", indicó Gusmao en un mensaje a la nación, e insistió en que el asunto "será investigado".

Aunque Gusmao no dio detalles de quiénes pueden estar detrás de la revuelta estudiantil, algunos observadores señalan que elementos desestabilizadores de Indonesia podrían buscar el caos en Timor Oriental. El ministro del Interior, Rogerio Lobato señaló a un grupo ultranacionalista radical, el EDTL, implicado en otros disturbios, cuyo propósito es derrocar al Gobierno. Las acciones, declaró un residente portugués, "parecían coordinadas. Sabían lo que querían destruir".