Llegaron exhaustos al campamento. Uno de ellos, pese a intentarlo, no pudo evitar que se le anegaran los ojos de lágrimas. Sus compañeros le abrazaban. Se abrazaban los unos a los otros porque dicen que en estos casos el abrazo es la mejor medicina. Este grupo de bomberos de la comunidad de Madrid acababa de dejar a una niña viva entre los escombros de un edificio de Puerto Príncipe porque un tiroteo en la calle contigua les obligó, por orden del dispositivo de seguridad de Naciones Unidas que les escoltaba, a abandonar la zona.

Al llegar al campamento, Israel Martín, explicó lo ocurrido. Se encontraron a la niña, de unos 15 años, sepultada entre los cascotes hasta el cuello. Poco a poco, fueron desescombrando, con cuidado, hablando con ella, aunque no se entendieran, con ánimo de tranquilizarla y dándole agua. "Habíamos invertido casi una hora de trabajo y nos quedaba poco, media hora más, como máximo", rememora Israel. Fue entonces cuando, a gritos, les conminaron a abandonar el lugar.

JUNTO A LA PRISION Ya en el vehículo, los escoltas canadienses de Naciones Unidas les explicaron que en la calle contigua se había producido un tiroteo. La prisión, cercana, se había venido abajo y que cientos de reclusos se escaparon y se hicieron con armas.

Los bomberos intentaron volver a salir, pero no lograron que los responsables de seguridad cambiaran su criterio. Pasado el tiempo, ya un poco más tranquilo, Israel explicó una escena estremecedora. Cuando ya no pudo esperar más, cuando tuvo que abandonar el lugar, preguntó a un haitiano que les observaba trabajar si él podía continuar sacando a la niña. "Me contestó que no" , dice todavía conmocionado para añadir: "La vida aquí no vale nada".

Pero hay días para todo. Porque el anterior, el mismo equipo rescató a un niño de dos años vivo. "Cuando lo sacamos, sus padres empezaron una especie de canto que fue continuado por los vecinos que les acompañaban", explica Israel. "Pensar que has salvado una vida es precioso", añade exultante.

A medida que pasa el tiempo, Raúl Rodríguez, otro miembro del equipo, ya está más tranquilo. Es él el que daba de beber a la niña y la acompañaba con su voz pese a que no se entendían el uno al otro. "Siento una gran frustación", explicó para añadir: "Ya la teníamos".

Por otra parte, los familiares de Pilar Juárez, la funcionaria de la embajada de la UE dada por desaparecida, ha empezado a buscar en los hospitales por si estuviera ingresada. Su esposo, José Valverde, y su hijo, de 19 años, han pasado ya por la experiencia de pensar que se había hallado su cuerpo, tras un fallo de identificación.