Ni había armas de destrucción masiva en Irak ni, por supuesto, las encontraremos nunca. Tampoco era cierto que Sadam desarrollase armas nucleares ni, claro, que comprase uranio en Africa. Ni qué decir de los vínculos terroristas de Bagdad, también falsos. No eran verdad, pues, ni las aseveraciones de Bush en el discurso del Estado de la Unión, ni las de Powell ante el Consejo de Seguridad, ni las de Blair a los Comunes. Igual que era mentira el intrépido rescate de la heroína Lynch . Y ahora, pedirán que les creamos.